Hay momentos en
que la vida se nos hace una loza aplastante. Todo se oscurece y nos sobrepasa.
Perdemos la paciencia y todo se derrumba. La desesperación nos abruma y no
encontramos la salida a tanta angustia.
Y la paz está muy
cerca, igual dentro de nosotros. Jesús, el Señor, está siempre a nuestro lado,
y su presencia da sentido a todo lo que nos desespera y angustia. Igual no se
soluciona ningún problema, pero tampoco pasa nada. La vida no termina en las
cosas, en las pérdidas ni en nada que nos pueda arrebatarla. La vida sigue y
busca la felicidad y la paz, y ellas están en Jesús. Él da descanso a nuestra
atribulada desesperación.
Siempre hay
esperanza, y para un cristiano esa esperanza se hace vida y se concreta en esos
momentos donde aparentemente parece que termina. Cuando todo, aquí abajo parece
que ha terminado, allá, en el otro mundo la vida continúa y sigue latiendo. Y es
esa meta la que nos debe fortalecer y dar serenidad y descanso.
Nada importa en esta vida hasta el punto de llegar a desesperarnos. Claro, importan muchas cosas pero no hasta el extremo de perdernos, angustiarnos y desligarnos de nuestro Señor Jesucristo. Él es precisamente la Vida, esa Vida que ansiamos y buscamos y que, en Él, nunca perderemos el descanso y la paz. Sus mismas palabras nos lo dejan claro: (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y…
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