Si
amas esperando recibir, te equivocas. Sí, te equivocas, porque ese estilo y
manera de amar no es del que habla Jesús, ni, tampoco, el que nos enseñó con su
Vida y sus Obras. Él dio todo gratuitamente y, a cambio, no pidió nada. Y tú,
si quieres seguirle, tendrás que seguir su estilo y su manera y forma de amar.
Ese es el mandato que sintetiza toda su Vida y el que nos ha dejado en el último
momento de su Vida en este mundo: «Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que
conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».
No hay duda, queda y está todo muy claro.
Ahora, otra cosa es que cumplirlo nos va a resultar muy difícil, por no decir
imposible. Por eso, necesitamos estar en Él, abrirnos al Espíritu Santo y
fortalecernos en la Eucaristía. Sin Él todo se vendrá abajo. El mundo, uno de
los tres enemigos del alma y de grandes tentaciones que tratan de seducirnos
está al acecho y a esos momentos débiles de nuestra naturaleza herida. Y, nos seduce
para desviarnos del verdadero camino del amor.
Por tanto, tratando de resumir, comparto con todos
ustedes lo que creo. El amor no busca su propio bien, ni su bienestar y placer.
Bien es verdad que tampoco lo rehúye ni lo rechaza, pero, su prioridad es
buscar el bien del otro. Sobre todo del más desfavorecido, pobre y necesitado.
Comprenderemos que en un mundo lleno de esa clase y estilo de amor todo sería mejor.
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