Ese es el
significado real de la Navidad. Dios se encarna en naturaleza humana, toma
cuerpo humano, se hace Niño y nace, por obra del Espíritu Santo, de María, la
Virgen elegida por Dios, en Belén. Y así Dios habita entre nosotros. Su Reino,
en la Persona del Hijo, nuestro Señor Jesús, se hace presente entre nosotros.
Y, transcurrida su
infancia, Jesús ya adulto toma las riendas de su misión e impulsado por el
Espíritu de su Padre camina hacia el Jordán donde, bautizado por Juan, iniciará
por la acción del Espíritu Santo la misión que el Padre le ha encomendado: «Anunciar
el Reino de Dios, el Amor Misericordioso de su Padre».
De este primer
paso se encarga Juan, llamado el Bautista. Él es el precursor, el que abre el
camino y el que anuncia su venida: «Convertirse porque
está cerca el reino de los cielos». Este es el
camino que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que… Mt 3, 1-12.
Y, ahora, nosotros
estamos aquí, es nuestro tiempo y nos toca a nosotros escuchar y responder. Juan
nos anuncia la llegada del Mesías y nos invita a creer y convertirnos. Creer en
Jesús y en su Palabra. Una Palabra que responde a todos nuestros interrogantes
de búsqueda de felicidad y eternidad. Una búsqueda que pasa por un bautismo con
Espíritu Santo y fuego, que nos acompañará toda nuestra vida asistiéndonos y
fortaleciéndonos para vencer el pecado y vivir en la Palabra del Señor.
Vivamos el Adviento con y en esa actitud. Una actitud de espera confiada, alegre y esperanzada en que el Señor nos trae la Felicidad y Vida Eterna.
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