sábado, 9 de abril de 2016

¿ME HE PREGUNTADO ALGUNA VEZ SOBRE EL RUMBO QUE LLEVA MI BARCA?



Nuestra vida y su camino puede equipararse con la de una barca que navega con rumbo fijo y espera tocar tierra al final de la travesía. Nuestra vida espera, no tanto vivir gozosamente muchos días hermosos, festivos y fines de semanas, sino fundamentalmente llegar a ese puerto donde la fiesta de la alegría, el gozo y la paz nunca se acaban. Porque de nada sirve pasarlo bien si al final se pasa mal.

Y para eso sólo hay un Patrón que la pueda pilotar, nuestro Señor Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y, dónde Él la lleve, ese será el mejor puerto donde desembarcar. Quizás nuestra propia vida sea una barca con destino a un Puerto concreto, que no hemos descubierto, y que no está exento de muchos peligros y obstáculos que la acechan y amenazan con hundirla o desviarla hacia otros puertos de aparentes espejismos de gozo y felicidad.

Embarcar nuestra pequeña y humilde barca en la gran Barca que dirige el Señor es el mejor destino que podamos elegir. Porque ese destino colmará todas nuestras ansías de felicidad y gozo eterno. Jesús, el buen Patrón, que dirige y pone el rumbo en la barca de nuestra vida, encontrará siempre la serenidad, la sabiduría, fortaleza y paz para llevarnos a la tierra prometida, que Él nos ofrece y regala en nombre del Padre por verdadero y único Amor.

Quizás convenga preguntarnos, ¿qué rumbo lleva mi vida? Y, más aún, reflexionar sobre el camino que ha emprendido y cual debe emprender. Para eso tenemos la asistencia del Espíritu, en el que debemos confiar y abrirnos a su acción. 

Será peligroso no hacerlo, porque mañana nuestra vida puede, desorientada por las malas brújulas del mundo, perderse en el mar del vacío y de la perdición. ¿Sería buena idea invitar a Jesús a subir a la barca de mi vida y orientarme en el rumbo a tomar? ¿Qué piensas al respecto?

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