Es un misterio y seguirá siempre, hasta que lleguemos a estar en su presencia, siendo un misterio. Jesús nos da su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino. Nos transmite su Vida y su Presencia real bajo las especies de pan y vino en la Sagrada Hostia. Se ha quedado con nosotros para alimentarnos espiritualmente y fortalecernos en el camino de perfección.
No podía ser de otra forma, se ha quedado con nosotros para darnos su Vida con la que podemos fortalecernos y vencer al pecado. Nuestra debilidad es manifiesta y el pecado nos puede. Solo, por la Gracia de Dios, unidos a Él y alimentados en su Cuerpo y Sangre podemos vencer a las seducciones y amenazas del demonio que nos tienta con el pecado.
Por todo ello, nos es imprescindible y muy necesario estar unidos al Señor, recibiendo su Cuerpo y Sangre para, fortalecidos en Él, vencer las tentaciones y al pecado. No podemos quedarnos y ser indiferentes a ese Sacramento Eucarístico que nos ha dejado el Señor, dándose el mismo en Vida y Presencia para que salgamos victoriosos en nuestra lucha de cada día contra las tentaciones demoniácas.
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