Nuestro encuentro
con el Señor llega a través de la Cruz. Su muerte nos pone en camino y su
Resurrección prende fuego a nuestro corazón hasta el punto de despertarnos,
abrir nuestros ojos y volver llenos de alegría y esperanza a la comunidad.
En nuestro caso a
la parroquia, al grupo, a los amigos que comparten nuestra fe y a todos
aquellos que buscan el gozo y la alegría de la vida eterna en plenitud de gozo
y felicidad.
Hay muchos gestos
con los que podemos reconocer a Jesús. Aquellos dos discípulos - Lc 24, 13-35 -
se encontraron con Jesús a la hora de partir el pan. Ese fue el gesto que les
puso en camino y en el encuentro.
¿Cuál puede ser el que nos haga a nosotros
ponernos en camino?: ¿Quizás aquel amigo?; ¿aquella palabra?; ¿aquella frase?; ¿aquel
testimonio?
Es evidente que
para que eso se produzca hay que tener el corazón abierto a ser prendido del
fuego del amor. Hay que tener la disponibilidad de buscar y encontrarse con
Jesús. Hay que estar en espera, en búsqueda, en actitud de encuentro. Hay que
tener esperanza de que Jesús es el Hijo de Dios y su Palabra es Eterna.
En esas
intenciones y actitudes, el encuentro tendrá lugar. ¿Cuándo? Posiblemente no lo
sepamos, pero si tendremos esperanza de que llegará. El Hijo de Dios ha venido
expresamente para eso y su Misericordia es Infinita. Basta que tu corazón reconozca
su Divinidad, su Infinito Amor Misericordioso y su Palabra de Salvación Eterna para
que seas perdonado y, en consecuencia, invitado al Banquete Eterno. Véase el
buen ladrón (Lc 23, 39-43).
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