Estamos, queramos
o no verlo y comprenderlo, entrelazados. Eso significa que lo que tú hagas
tendrá incidencia y relación con los demás. Y viceversa, de manera que todos sufriremos
las consecuencias de los actos buenos y malos que tanto tú, como yo y todos
realicemos. Significa eso que hacer el bien es lo que importa, porque el bien
que salga de ti llegará también a incidir en los demás.
Es sabido y
notorio que la mies es abundante, y dependerá de la cantidad de trabajadores
para recoger los frutos de esa mies. La cuestión es rogar para que el Señor
mande trabajadores a su mies. Es cuando destacamos y nos damos cuenta de la
gran importancia de los monasterio y conventos de oración contemplativa. La
oración constante para que vengan abundantes trabajadores a la mies.
Pero, también,
esas oraciones y súplicas no tendrán respuestas si tú y yo no respondemos. Se
nos ha dado libertad para decidir, y nadie nos va a obligar. Será una decisión
que tendrás que tomar tú solo. Eso sí, a la luz del Espíritu Santo.
Vemos en el
Evangelio de hoy que muchos, para justificar su decisión de no acudir a la
mies, acusan a Jesús de que echa los demonios con el poder del jefe de los
demonios. Y tanto tú como yo, sabemos y conocemos las justificaciones que
solemos poner para esquivar y desviar nuestra mirada de la de Jesús.
Tengamos en cuenta
que la mies será atendida en la medida que todos respondamos a esa llamada a la
santidad que duerme en nuestro corazón. El mundo dejará de ser violento,
egoísta e injusto cuando todos seamos pacíficos, solidarios, generosos y justo
por verdadero amor y misericordia. Es entonces cuando la mies será y estará
bien atendida. Pero, como decíamos al principio: «Todos dependemos
de todos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.