Detrás de cada
pecador, para nuestro Padre Dios, hay un hijo al que ama con infinita
misericordia. Y para lo que ha enviado a su Hijo Unigénito con el fin de dar su
Vida para salvación de todos los que crean en Él.
Nadie hay execrable
para el Señor. Pecadores sí, pero siempre con la oportunidad y capacidad de
arrepentirse y creer en la Infinita Misericordia del Padre. Dios, tu Padre,
deja en tus manos la elección, de modo que tu salvación, por la Gracia de Dios,
está en tus manos. Eso sí, con la ayuda y asistencia del Espíritu Santo, porque
para ti te será imposible lograrlo con tus propias fuerzas. Ahora, desde esa
perspectiva, podemos comprender la gran importancia que es el estar bautizado,
porque esa es la invitación para que el Espíritu Santo venga a ti.
Podríamos decir que esa es la razón por la que Dios envía a su Hijo Predilecto a este mundo, a la llamada de los pecadores a la conversión. Precisamente, ese es el significado más profundo del tiempo cuaresmal, la llamada a la conversión. Sólo se puede convertir quien se descubre y considera pecador y escucha la llamada de Jesús, y le sigue abriendo su corazón a esa conversión a una vida nueva que se esconde en vivir según la Palabra y Voluntad del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.