martes, 1 de enero de 2013

CEGADOS POR EL CONSUMO

Lucas (2, 16-21)

Sales a la calle y te invade una corriente de alegría, todos corren y van de prisa. Entran y salen de los comercios y llevan bolsas con compras y regalos. Se oyen palabras de felicidades y la algarabía te contagia y te arrastra.

Sin embargo, se consigues pararte experimentas que,  ¿por qué correr? ¿A dónde voy con tanta prisa? ¿Qué ocurre? ¡Ah!, al parecer estamos a unas horas de despedir un año y dar entrada a otro. ¿Y eso justifica tanto alboroto y consumo? 

No tenemos razones para justificarlo, y menos cuando hay tantos que necesitan ayuda. Sería más importante tratar de que todos tengan más de lo necesario y que haya más felicidad compartida y sobre todo paz y amor. Alguien está tratando de decirnos eso desde una cuna. Un Niño ha nacido y por medio de unos pastores trata de que nos enteremos que la cosa no va por ahí.

No se trata de la alegría de un rato, de unas copas, música y diversión. No es que eso esté mal, es bueno y viene bien, pero con moderación y responsabilidad. Hay muchos niños que pasan frío y no tienen lo necesario para sentirse bien. Quizás tendríamos que pensar y compartir algo más.

Pero no se trata de hacerlo hoy ni ahora. Sí, conviene alegrarnos y divertirnos un poco, pero no viene mal pensar que empieza un año nuevo y que se trata de que ese año sea un año de más compartir, de más solidarizarnos, de más justicia, de más paz y de más amor. 

En eso debemos estar comprometidos y después de comernos las uvas podemos pensar que también otros tienen derecho a comérselas. Brindemos por un año en el que seamos capaces de intentar que el Niño Dios nazca cada día entre nosotros. Una cosa podemos hacer, unos minutos de silencio y pedirle al Espíritu Santo que nos transforme en esas personas que queremos ser.