No hace falta tantos cuidados o preparación, los sentimientos no se pueden esconder y cuando el corazón está lleno de ellos, ellos brotan y contagian. Hablan y transmiten lo que bulle y arde dentro de sí, y proclaman a los cuatro vientos que Jesús es el Hijo de Dios.
Eso quizo decir Jesús a los fariseo y escribas cuando les dice la parábola de la oveja perdida. O la de la mujere que teniendo diez dracamas, una se le pierde. Tanto en uno u otro caso la fiesta es el motivo principal por haber hallado a la oveja o encontrado la dracma.
Sí, porque es una Fiesta descubrir y encontrar a Jesús, el Hijo de Dios vivo. Porque cuando se encuenta, se nota. El corazón se llena de alegría, de gozo y de paz, y rezuma esperanza y deseos de transmitirlo y contagiarlo. La vida se llena de colores y se hace Fiesta, porque ha entrado la salvación, la verdadera salvación en nuestro corazón.
Y eso no se puede improvisar, aparentar, falsear... porque también se nota y termina por hacer mucho daño. Cuando el encuentro se lleva guardado en el corazón, brota como la semilla, muere y da frutos.
Y eso no se puede improvisar, aparentar, falsear... porque también se nota y termina por hacer mucho daño. Cuando el encuentro se lleva guardado en el corazón, brota como la semilla, muere y da frutos.
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