(Jn 6,22-29) |
Esa es la verdadera intención que, quizás esconde nuestro corazón. Buscamos saciarnos, pero muchos creen encontrarlo en las riquezas; otros la buscan en el poder, el prestigio o la fama, y cada cual busca donde cree encontrar el verdadero tesoro. ¿Y cuál es ese tesoro?
Equivocados o no en buscar, todos ansían encontrar la felicidad y la eternidad. Lo hacen procurando ser ricos y poderosos, pero experimentan que de esa manera les llega la muerte también. No terminan por saciarse plenamente y, al final, se hace el vacío y la tristeza invade su corazón. Quizás en esos momentos sea tarde para cambiar el rumbo de tu vida, pero sólo en ese cambio y orientado por el verdadero camino puedes encontrarte con el único y verdadero Salvador.
Que no está en el poder ni las riquezas, sino en creer en el que el Padre ha enviado, el Hijo del Hombre. Porque podemos quedar deslumbrado por las obras que Jesús, el Señor, ha hecho, y, sin palabras, ante la multiplicación de los panes y peces. Pensamos que junto a Él, por su poder, vamos a tener de todo y nunca escasez de hambre ni sed. Y seremos salvados de toda enfermedad y peligro. Y, por eso, le buscamos.
Y tampoco se encuentra ahí nuestro verdadero tesoro. El Señor hace estas obras con una finalidad, para que creamos que Él es el enviado del Padre, y tiene poder para hacer todo lo que promete. Pero lo que nos pide es que creamos en Él.
Las cosas del mundo son del mundo, y en el mundo se quedan hasta que regrese el Señor. Nunca nos podrán salvar ni dar vida eterna. Es, sólo, el Alimento Espiritual, que más tarde consagrará en el Pan y el Vino Eucarístico, el que nos dará Vida Eterna. Y eso sólo lo puede dar el Señor, porque ha sido enviado por el Padre a darnos Vida Eterna.
No perdamos el tiempo buscando al Señor en las cosas de este mundo, sino, a través de ellas, pongamosno en disponibilidad de utilizarlas como camino para alcanzar el Verdadero Alimento que nos lleva a la presencia del Padre para vivir eternamente junto a Él.
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