Mt 25, 1-13 |
Y la forma de llenarla es en y por los sacramentos y la oración. Sobre todo en la Eucaristía donde nos proveemos de todo el aceite necesaria para mantener la lámpara de nuestro corazón siempre iluminada. Cada día hay que recargar de nuevo la lámpara. No podemos tener un depósito grande para muchos días porque podemos desorientarnos en el tiempo y calcular mal. Los peligros son diarios y a cada instante y pueden llegar de improviso como les ocurrió a aquellas doncellas necias.
Cada día trae un nuevo episodio y una nueva revisión de la disposición y la fortaleza de nuestro corazón. Somos constantemente tentados y nuestra debilidad es grande. Nuestra naturaleza está herida y cualquier descuido o despiste nos puede hacer caer. Necesitamos tener nuestras lámparas bien cargadas para que nuestra luz nunca se apague en el momento decisivo de nuestra hora. Sabemos y conocemos que el Maligno está al acecho y sabe todos nuestros movimientos y debilidades. Estémos, pues, atentos.
Porque, nos vendrán días difíciles, oscuros, ininteligibles, que nos desorientarán y nos llenarán de dudas, de miedos, de angustias y de deseos de abandono y apetencias que nos sastifagan nuestra apetencia carnal, lujuriosa, egoísta, avariciosa... Necesitamos tener nuestro corazón bien armado en el Espíritu Santo para poder combatir todas esas tentaciones para estar prestos y preparados para cuendo llegue el Novio.
Cada día trae un nuevo episodio y una nueva revisión de la disposición y la fortaleza de nuestro corazón. Somos constantemente tentados y nuestra debilidad es grande. Nuestra naturaleza está herida y cualquier descuido o despiste nos puede hacer caer. Necesitamos tener nuestras lámparas bien cargadas para que nuestra luz nunca se apague en el momento decisivo de nuestra hora. Sabemos y conocemos que el Maligno está al acecho y sabe todos nuestros movimientos y debilidades. Estémos, pues, atentos.
Porque, nos vendrán días difíciles, oscuros, ininteligibles, que nos desorientarán y nos llenarán de dudas, de miedos, de angustias y de deseos de abandono y apetencias que nos sastifagan nuestra apetencia carnal, lujuriosa, egoísta, avariciosa... Necesitamos tener nuestro corazón bien armado en el Espíritu Santo para poder combatir todas esas tentaciones para estar prestos y preparados para cuendo llegue el Novio.
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