
Porque, seguir a alguien no comporta ir detrás de él, sino de vivir comprometido con su causa. Y eso significa estar disponible a todo. Pero, ¿qué entendemos por todo? Todo es aceptar la misma actitud y disponibilidad con la que actuó Jesús en su periplo por este mundo. Es estar disponible a salir de ti mismo, de tus comodidades y seguridades. No todo consiste en cumplir con sobriedad y austeridad los cumplimientos establecidos, sino en salir de mis seguridades y ponerme en las manos del Espíritu Santo.
Estamos vivos y, mientras vivimos y caminamos, llamados a la Vida Eterna. Por tanto, no es nuestro destino acabar ni morir en este mundo, sino servirnos de catapulta para continuar nuestra vida en el otro. Y eso supone dejar que los muertos entierren a sus muertos, porque, los llamados a la vida tenemos que poner en primer lugar al único y verdadero Camino, Verdad y Vida.
Seguir a Jesús es levantar la mirada y, firmes en la esperanza y la fe puesta en Jesús, seguirle sin titubeos y sin volver la mirada atrás, porque lo que verdaderamente importa es el presente y la Vida Eterna que nos espera.
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