21 de octubre de 2012. 29 Tiempo ordinario (B). Marcos 10, 35 – 45
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pero cambia nuestra actitud a la hora de servir. Exigimos servicio, derechos y todo lo que consideramos se nos debe de dar porque lo pagamos. Nos encanta que todos los servicios públicos funcionen para nuestro servicio, pero no pensamos igual cuando nos toca a nosotros servir.
Nos quejamos y ponemos una y mil condiciones que nos impiden servir como nos gustaría. Todo es una constante justificación y una actitud de señalar que otros tienen la culpa. En el fondo tratamos de justificar nuestro regular o mal servicio.
Sin embargo, cuando se trata de exigir las cosas cambian. No sabemos de justificaciones y disculpas y queremos que todo se ajuste y se cumpla según está establecido. Miramos con ojos diferentes a los que nos sirven que a nosotros mismos cuando tenemos que servir.
Sin embargo, Jesús no solamente paga sino que sirve: Él no sólo es servidor de la voluntad del Padre, que incluye nuestra
redención, ¡sino que además paga! Y el precio de nuestro rescate es su
Sangre, en la que hemos recibido la salvación de nuestros pecados. ¡Gran
paradoja ésta, que nunca llegaremos a entender! Él, el gran rey, el
Hijo de David, el que había de venir en nombre del Señor, «se despojó de
su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los
hombres (…) haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz»
(Fl 2,7-8) (Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).
Seguir a Jesús es tratar de servir como Él. ¿Qué es difícil y no podemos? ¡Ya lo sabemos!, pero tenemos su Palabra que con Él podemos lograrlo. Por eso le necesitamos para que injertados en Él lleguemos a ser últimos y no primeros. Amén.
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