Jn 19,31-37 |
Todo estaba profetizado y todo se cumplió como se había dicho. Jesús estaba muerto y decidieron no quebrarles las piernas. Así lo narra el Evangelio de hoy: En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino...
Es de suma importancia dejar sentado y comprobado que Jesús murió, porque, para resucitar se necesita antes morir. La muerte se llena de esperanza y de gloria para el creyente, porque es la puerta y la llave para entrar en la Gloria y en la Eternidad junto al Padre. Así lo creemos los que tratamos de seguir al Señor confiados plenamente en su Palabra. Dios, que ha mantenido la promesa de resucitar a su Hijo, mantendrá también la segunda promesa: nos resucitará también a nosotros y nos elevará a su propia diestra. Pero pone una condición mínima: creer en Él y dejarnos salvar por Él. Dios no impone a nadie su amor en detrimento de la humana libertad. [ComentarioP. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)].
Hoy celebramos la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, ese corazón que atravesado por una lanza desprendió sangre y agua. Sangre que borra nuestros pecados y nos redime, y agua que los purifica y nos limpia en el bautismo. Y a Él no confiamos poniéndonos en su Manos.
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