viernes, 26 de agosto de 2022

LÁMPARAS ENCENDIDAS


No nos damos cuenta, se nos va la vida sin apenas percibir el tiempo. Sí, nos parece que los días, semanas y años pasan despacio, pero, sin apenas enterarte, miras para atrás y experimentas que tienes ya muchos años. Concretamente, mi vida, ahora lo percibo, ha pasado tan rápida que si no estoy atento y en vela – lámpara encendida – se me escapa sin darme cuenta. Y, llegada la vejez, la pregunta es imprescindible: ¿Y ahora qué?  ¿Estoy preparado, en vela como decíamos ayer?

Lo pasado permanece en el recuerdo o se desvanece en el tiempo. Ya ha sido y ahora nada se puede hacer. Si, por el contrario se puede corregir la dirección o el camino. Siempre es tiempo bueno para la conversión y el arrepentimiento. Se hace necesario meditar, pensar en el camino que recorres cada día y dilucidar si caminar con y en dirección injertado en la Palabra de Dios o a lo haces por tu cuenta. Nunca olvides que, si le das permiso, pues eres libre, te acompaña el Espíritu Santo. En Él puedes encontrar asesoramiento, dirección, asistencia y protección.

Lo fundamental es que tu lámpara – alma – esté siempre limpia y en el esfuerzo de propósito de enmienda y en actitud de permanecer en Gracia de Dios. El Espíritu Santo que te acompaña te ayudará a permanecer siempre en la Ley del Amor, un amor que sea verdad, justicia y misericordia. Demos gracias a Dios y no perdamos nuestra íntima relación con Él.

 

—Creo —dijo Manuel— hay mucha gente que no se acuerda del Espíritu Santo. Sin embargo se han bautizado y, desde ese momento, les asiste y auxilia, dándoles, por la Gracia de Dios, la paz, sabiduría y fortaleza que necesitan.

—Supongo —respondió Pedro— nos bautizamos sin estar lo suficientemente preparado y, lo peor, sin fe.

—Creo que algo de eso sucede. Y es una pena porque, abiertos a la acción del Espíritu podemos superar muchas dificultades y sostener nuestra lámpara, a pesar de nuestros fallos, siempre encendida.

 

La realidad es esa, los cristianos no nos damos cuenta de que contamos con el mejor de los asesores desde el instante de nuestro bautizo. De ahí su importancia. Saber dejarle actuar en nosotros es abrirnos a su acción, escucharle y ser dócil a sus impulsos.

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