No solo amigo, sino hermano. Así, dice hoy en
el Evangelio, Jesús: (Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y
los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa
de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren
verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen
la Palabra de Dios y la cumplen».
Seguir a Jesús exige dos condiciones. Escucharle
y poner en prácticas sus enseñanzas. Así de fácil. No hay mas condiciones ni
exigencias. Simplemente, escucha su Palabra y trata de ver que es lo que
responde tu corazón. Experimentarás que es la mejor opción porque, dentro de
ti, en lo más profundo de tu corazón, experimentas esa sensación y deseo de
buscar la verdad, el bien y, sobre todo, amar.
¡Sí, estamos de acuerdo!, la vida nos complica ser
como realmente queremos ser. Nuestra naturaleza está herida por el pecado. Nuestros
deseos y afanes no son tan buenos. Somos ambiciosos y placenteros.
Experimentamos envidia de otros que viven de acuerdo con lo que realmente
sienten dentro de su corazón y, no les aceptamos. Nos recuerdan constantemente nuestros
pecados y nos cuesta cambiar. La envidia no nos deja.
Pero nuestra mayor locura es querer hacerlo por nuestra cuenta. Necesitamos escuchar la Palabra y, junto a Jesús, abiertos al Espíritu Santo – recibido en el momento de nuestro bautizo – llevar esa Palabra a la vida. Con Él no nos resultará tan difícil y, a pesar de las dificultades y sacrificios, logramos vencer y llevarla a la vida. Para eso ha venido Jesús, para estar con nosotros, acompañarnos y fortalecernos en la lucha de cada día con nuestras propias pasiones y las seducciones del demonio, del mundo y la carne. Cristo y tú, mayoría aplastante. No lo olvides.
—El mundo —dijo Manuel— es más fuerte que nosotros
y nos vence con facilidad. El demonio lleva ventaja sobre nosotros y solos ante
él estamos perdidos.
—Será un disparate enfrentarse a él, ¿no? —dijo
Pedro.
—Una locura. ¿Para qué nos hemos bautizado? ¿Y quién
nos acompaña desde ese momento? Pues, con Él podemos salir victoriosos de la
lucha de cada día contra precisamente el mundo, demonio y carne. —afirmó
Manuel.
Nuestro bautizo significa el nacimiento a una
nueva vida. Volvemos a nacer desde el Espíritu – como le dijo Jesús a Nicodemo,
Jn 3, 3 – para fortalecidos en ese Espíritu de Dios superar todas esas
dificultades que mundo, demonio y carne nos presentan.
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