martes, 20 de septiembre de 2022

REALMENTE, ¿QUIERES SER AMIGO DE JESÚS?

No solo amigo, sino hermano. Así, dice hoy en el Evangelio, Jesús: (Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».

Seguir a Jesús exige dos condiciones. Escucharle y poner en prácticas sus enseñanzas. Así de fácil. No hay mas condiciones ni exigencias. Simplemente, escucha su Palabra y trata de ver que es lo que responde tu corazón. Experimentarás que es la mejor opción porque, dentro de ti, en lo más profundo de tu corazón, experimentas esa sensación y deseo de buscar la verdad, el bien y, sobre todo, amar.

¡Sí, estamos de acuerdo!, la vida nos complica ser como realmente queremos ser. Nuestra naturaleza está herida por el pecado. Nuestros deseos y afanes no son tan buenos. Somos ambiciosos y placenteros. Experimentamos envidia de otros que viven de acuerdo con lo que realmente sienten dentro de su corazón y, no les aceptamos. Nos recuerdan constantemente nuestros pecados y nos cuesta cambiar. La envidia no nos deja.

Pero nuestra mayor locura es querer hacerlo por nuestra cuenta. Necesitamos escuchar la Palabra y, junto a Jesús, abiertos al Espíritu Santo – recibido en el momento de nuestro bautizo – llevar esa Palabra a la vida. Con Él no nos resultará tan difícil y, a pesar de las dificultades y sacrificios, logramos vencer y llevarla a la vida. Para eso ha venido Jesús, para estar con nosotros, acompañarnos y fortalecernos en la lucha de cada día con nuestras propias pasiones y las seducciones del demonio, del mundo y la carne. Cristo y tú, mayoría aplastante. No lo olvides. 


—El mundo —dijo Manuel— es más fuerte que nosotros y nos vence con facilidad. El demonio lleva ventaja sobre nosotros y solos ante él estamos perdidos.

—Será un disparate enfrentarse a él, ¿no? —dijo Pedro.

—Una locura. ¿Para qué nos hemos bautizado? ¿Y quién nos acompaña desde ese momento? Pues, con Él podemos salir victoriosos de la lucha de cada día contra precisamente el mundo, demonio y carne. —afirmó Manuel.

 

Nuestro bautizo significa el nacimiento a una nueva vida. Volvemos a nacer desde el Espíritu – como le dijo Jesús a Nicodemo, Jn 3, 3 – para fortalecidos en ese Espíritu de Dios superar todas esas dificultades que mundo, demonio y carne nos presentan.

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