En Jesús vive una
sola idea, obediencia a su Padre. Viene en su nombre y para hacer su Voluntad.
Todo en El es de su Padre y solo a Él le presenta en y con su Palabra. Anuncia
la Infinita Misericordia del Padre y, obediente al Padre, voluntariamente
entrega su Vida, por amor misericordioso, para salvar a todos los hombres de la
esclavitud del pecado.
El Evangelio de
hoy es tan claro y conciso que no, al menos en mi humilde opinión, merece
comentario. Mejor y más claro no se puede decir: (Jn 5,31-47): En
aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi
testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es
válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y
él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre,
sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y
vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio
mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a
cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha
enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.
Vosotros no habéis …
Ahora, después de leerlo serenamente y atentamente, medítalo y saca tus propias conclusiones. Dios ha enviado a su Hijo y, Él es el Rostro de su Padre, del que nos habla y nos anuncia su Infinito Amor Misericordioso. Su Divinidad está refrendada y testimoniada por su Padre, y sus Vida y Obra, por amor y misericordia, Voluntad de su Padre, dan testimonio de Él.
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