Conviene mirarse a
sí mismo y no tanto a los demás. Conviene ser cauto y valorar todo a pesar de
ser muy pequeño. Conviene no desestimar ningún lugar o persona por muy
insignificante que nos parezca o creamos. Convine agarrarse más a la Palabra de
Dios que a todo lo que se escribe de Él. Conviene no estar tan agarrado a la
Teología y geografía hasta el punto de que nos impida aceptar la Libertad y
Voluntad de Dios. Conviene fiarnos y
confiar plenamente de su Palabra y hacer su Voluntad.
Mejor rezar y
pedir luz abriendo nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo. Pidamos al
Espíritu Santo que no seamos tan cerrados hasta el punto de subestimar la libertad
de Dios negándole donde quiere manifestarse y cómo quiere hacerlo. ¿Acaso somos
nosotros dueños de nosotros mismos para imponer a Dios la manera de manifestarse
y de anunciar su inefable Amor Misericordioso? ¿Acaso nuestra libertad puede
anteponerse a la libertad de Dios? ¿Quién nos creemos que somos?
Opinamos y damos
nuestra propia interpretación de las cosas sin saber realmente el significado ni
el por qué de esto o lo otro. Formamos nuestra opinión según nuestra limitada
razón imponiéndonos a los demás y hasta el propio Dios sin advertir que somos
realmente sus criaturas. ¿Cuándo vamos a despertar y a darnos cuenta de que
solo Dios es la absoluta Verdad y todo lo que de Él nos sea revelado es Palabra
de Vida Eterna? ¿Acaso alguien puede, por mucha teología y geografía que sepa,
ser guía de nuestra vida y felicidad? ¿Acaso no venimos de Dios y a Él
volvemos? Luego, ¿quiénes somos para decidir y poner los puntos sobre las íes?
Tratemos, pues, de
vigilar y rezar, y no ser tontos ni comprar cosas que no sirven ni nos dan
ninguna solución. Ser humildes y rezar para que el Espíritu Santo nos ilumine y
nos dé la sabiduría y fortaleza para discernir siempre el buen camino y fiel a
la Palabra de Dios.
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