Cuando se quiere
gobernar por la fuerza se impone la violencia, el poder y la intimidación.
Aquel que no se someta es castigado. Es evidente que el proceder de Jesús es
diferente, hasta el extremo de amar y entregar su vida por la libertad, la
verdad y amor a los más débiles. Y lo hace en silencio, sin levantar apenas la
voz, tan suavemente que casi no se le oye. Su Vida y sus Obras son testigos y
testimonio de su bien hacer y de su autoridad. No necesita elevar su voz, ni
dar gritos ni imponerse, simplemente amar misericordiosamente hasta el extremo
de dar su Vida por amor.
La autoridad no nace
de la fuerza y el poder, sino de la verdad, la justicia y el amor
misericordioso. Cuando alguien es amado desde esa clave, responde también con
amor. Y lo hace porque dentro del corazón del hombre está plantada esa semilla
de amor. Por eso, cuando realmente se ama se genera libertad, justicia y
verdad. Y, precisamente, Jesús, el Señor, es el verdadero y único Camino,
Verdad y Vida.
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