Las discusiones entre
Jesús y los fariseos se proyectan hoy entre aquellos que no creen y los que
creen. La Iglesia, en nombre de Jesús, sigue hoy perseguida y muchos siguen
cogiendo piedras para tirárselas a los cristianos que creen en la Palabra de
Jesús. De alguna manera todo sigue igual o peor. En muchos lugares del mundo los
cristianos son masacrados y asesinados.
La cuestión es
bien sencilla: Jesús se confiesa hijo de Dios. Él existe desde siempre, desde el principio. Y
lo refiere cuando al hablar de Abrahán confiesa que Él ya existía. ¿Y qué sucedió?
Cogieron piedras para tirárselas.
Hoy vuelve a pasar
lo mismo. Cuando hablamos de Dios nos toman por locos, por bobos o por idiotas.
E incluso lo consideran ridículo y lo toman a risa. Y eso en el mejor de los
casos, porque, dependiendo del lugar nos detienen o nos matan.
Sin embargo, el
Espíritu Santo nos da fortaleza para continuar anunciando esa Buena Noticia que
nos trae nuestro Señor Jesús: La Infinita Misericordia de Dios que nos salva y
nos da Vida Eterna. Y no es cosa que nosotros deducimos o podamos imaginar, son
palabras del mismo Jesús: (Jn 8,51-59): En aquel
tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno
guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás» …
Y es esa Buena
Noticia la que también nosotros anunciamos: ¡Jesús Vive y camina junto a
nosotros y nos ofrece esa Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad junta al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
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