domingo, 14 de septiembre de 2008

DESAYUNOS DE VERANO






puesta de sol - Risco de Famara




Los veranos alteran el ritmo de la vida normal que nos imponemos durante casi todo el año. ¡Nos imponemos!, porque nos dejamos arrastrar por la corriente de lo que vemos en los demás, y de acuerdo conforme la corriente humana va recorriendo su trayecto hacia la búsqueda de la felicidad, porque en el fondo todos buscamos la felicidad. Así todos, integrados en esa corriente, buscamos en similar trayecto lo mismo.

Pero no toda corriente es buena. Las hay dañinas y malas, pues todo lo corriente no es lo normal. Lo normal es lo bien hecho; lo que es bueno para ti y para mí; lo que no nos destruye, sino nos afirma. No dónde va la gente debe ir Vicente, porque Vicente puede elegir un mal camino y…,

Hoy precisamente hay muchos caminos equivocados y son más los que los siguen que los qué no. El hombre del progreso que fundamenta todo su saber en la ciencia y los adelantos y se erige en fundamento de sí mismo, equivoca su camino, pues se pierde en el discernimiento del bien o del mal. Lo descubierto debe estar en función del bien común, pero comprobamos que no siempre es así y a mayor progreso, mayor riesgo de destrucción también.


Por otro lado, en las postrimerías de su vida, no encuentra respuesta a la muerte. Y sí todo acaba en ella, no tiene mucho sentido nuestro camino.

Y no es que eso sea malo, sino que lo que nos debe importar es si eso es bueno. Bueno en el sentido estricto de la palabra, porque bueno significa todo aquello que comporta un bien para mí y no un mal para otro. Y ese bien entendido como lo que me ayuda a crecer tanto físicamente como espiritualmente.

Aunque el comer se hace necesario, no es un bien el comer más de lo que necesitas, ni de forma desordenada. Tampoco es un bien tomar sustancias que son nocivas y a la larga afectan mortalmente tu salud. No es, tampoco, hacer lo que te apetece, pues tomar demasiado sol, aún apeteciéndonos, no es aconsejable. Y así cada cual puede y debe desenmascarar los bienes que su conciencia le atestigua y aprueba.

Y esto en realidad está muy relacionado, implícitamente contenido lo uno en lo otro, diría yo, con la libertad. Bondad y libertad se dan la mano, y eres libre en la medida que haces el bien, el tuyo propio, y el de los demás. Claro, porque como quieres tú que te traten a ti, así debes tú tratar a los demás. Inmediatamente tu conciencia da testimonio de ello y lo aprueba.

Pero ocurre que cuando tu voluntad no lo hace, tu conciencia lo desaprueba. La conciencia no hace ni deshace nada, sólo aprueba lo que tu voluntad pone en acción según tu libertad. Y si decides hacer el bien haces lo que realmente te conduce a ser libre.

No hay bien sin verdad, porque la verdad es buscar lo que es verdadero y bueno para todos. Luego, ser libre es buscar y poner toda mi voluntad en hacer el bien. Y estas reflexiones son la maravilla que nos brinda el verano.

A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita ninguna otra.

En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio (muy propio del tiempo veraniego); la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida.

Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar (Spe Salvi).

Aprovechar el tiempo, del cual disponemos algo más en verano, para ordenar un poco más nuestra vida es algo único que debemos ejercitarnos al calor de estos formidables desayunos, que deberían ser mucho más frecuentes.



Un atardecer en Risco de Famara


El verano, aparte de ser un tiempo para relajarse y descansar, debe ser una gran oportunidad para pararnos un poco más detenidamente en nuestras vidas y buscar las respuestas a las preguntas que todos nos hacemos, así sea en silencio. Porque puede ocurrirnos que, y lo sabemos, todos los veranos hacemos lo mismo, los repetimos, son iguales y la vida se nos pasa quedándonos cada vez un vacío mayor.

Se hace necesario, y lo percibimos en nuestro interior, de una renovación. De hecho hacemos cosas diferentes: caminamos, nos ejercitamos en cuidarnos más, tratamos de relajarnos y descansar de lo cotidiano del año trascurrido y…etc., pero, ¿cuidamos también nuestro espíritu?, ¿respondemos a los interrogantes que nos plantea la vida?



Y es que nuestra vida puede ser como un viaje en autobús:
unos van durmiendo
otros viendo el vídeo
otros pensando en la manera de sacar dinero
otros, políticos, como llevar la voz cantante para su provecho
otros mirando a quien se pueden ligar, su dios es el sexo
otros observan el paisaje, ven por donde van y se hacen las preguntas:
¿a dónde nos llevará este viaje?
¿quién lo ha organizado?
¿cuándo se pare, dónde estaremos?
¡qué pasará?

El verano es tiempo de discernir sobre mi propia realidad: ¿de dónde vengo?; ¿a dónde voy?; ¿quién soy? Y en la medida que nos esforcemos en responder, estaremos dando en el centro del dardo, pues responder a esas preguntas es encontrarse frente a frente con la felicidad, tan ansiosamente buscada.

Porque la felicidad es poseer la sabiduría.
La felicidad es control de la propia vida.
La felicidad es la satisfacción de haberse hecho lo correcto, aún con sufrimiento.
La felicidad es la satisfacción de que se ha cumplido con el deber.

La playa, los baños de sol, los paseos matinales y vespertinos, los juegos, el descanso, así como los desayunos y comidas deben ser el telón y decorados de un profundo diálogo sobre nuestro destino y vocación.

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