domingo, 30 de junio de 2019

SEGUIR A JESÚS EXIGE COMPROMISO

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Lc 9,51-62
No se puede seguir a Jesús de cualquier manera, ni tampoco según nuestros pareceres o formas de ver las cosas. Observamos que los discípulos van cambiando de actitud e incluso sus maneras de pensar no coinciden con la de Jesús. Ellos estaban dispuestos a reprender con venganza a aquellos habitantes de la aldea de Samaría que no dieron posada a Jesús porque iba a Jerusalén. Y Jesús aprovecha para enseñarles que no es bueno responder al mal con el mal, sino todo lo contrario.

Una actitud que debemos tener en adelante en cuenta. El mal no se combate con el mal, sino, según nuestro Señor Jesús, devolviendo bien. Bien a cambio de mal. Por lo tanto, el creyente que quiere seguir a Jesús seriamente sabe que ante el enemigo debe responder con bien y no con la misma moneda del mal. La pregunta ahora es, ¿estoy dispuesto? No cabe otra alternativa. Es Palabra de nuestro Señor Jesús.

Y en el camino vamos descubriendo más cosas. No podemos buscar la comodidad, el bienestar que nos impida comprometernos con la verdad y la justicia. Nos perseguirán, nos incordiarán y no podremos reclinar nuestra cabeza y descansar hasta que llegue el momento de compartir nuestra muerte con el Señor. Entonces vendrá el definitivo descanso junto al Señor. Será cuando, como Él inclinó su cabeza en la Cruz y descansó -Jn 19, 30-, también nosotros reclinaremos nuestra cabeza en Él para descansar. Hasta ese momento nuestra lucha será constante y cada día.

Tampoco podemos distraer nuestra mirada lejos del Señor, porque nos perderemos y nos distraeremos hasta el punto de perder el paso y ritmo del Señor. Tendremos que estar firmes y pendientes del Señor para seguir su mismo ritmo sin perderle de vista. Las cosas del mundo nos despistan, nos entretienen y nos crean hábitos que nos instalan y nos alejan del servicio por amor. 

Y menos volver la mirada atrás, al pasado y a las cosas del mundo. Eso te impedirá vivir la Palabra y ser libre para darle verdadero cumplimiento en tu vida. No podemos estar pendiente del Señor con la mirada infectada de todo lo que queda atrás y nos ata. Perdemos nuestra libertad y nuestra capacidad de seguir libremente al Señor.

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