La
parábola que Jesús nos narra hoy describe claramente esa medida y esa entrega.
El buen pastor arriesga su vida por salvar la oveja, una simple oveja de su
rebaño, que se ha perdido. ¡Y, su alegría es tan grande que hace una fiesta y
convoca a sus amigos para celebrarlo! Realmente, ¿conocemos a alguien así?
La
pregunta había dejado a Manuel algo perplejo. Indudablemente, no podía eludir
que de conocer a alguien así tu vida debería cambiar, dirigirse al encuentro
con ese alguien que está dispuesto a dar su vida por salvar la tuya. Y, pensado
en esa elucubración, Manuel se dijo: «quizás
merecía la pena buscar e indagar en esa manera de amar. Porque, pensaba, amar
no consiste en amarse, sino en darse. Y darse hasta el punto de, olvidándose de
uno mismo, pensar en el bien del otro».
Llevaba
un tiempo dándole vueltas a estas ideas cuando, de pronto, se topó con su amigo
Pedro.
―Hola
Pedro, se dijo algo entusiasmado―. Me viene bien tu presencia, como anillo al
dedo. Precisamente, le daba vuelta a una idea.
―Tu
cabeza ―respondió Pedro ―está siempre llena de ideas.
―Pensaba
en esa parábola de la que hoy habla el Evangelio, ¿la conoces? La del buen
pastor.
―Si,
claro, la he oído.
―¿Y
crees en esa clase de amor?
―Supongo
que es la manera perfecta de amar ―respondió Pedro.
―¿Y
crees que eso es posible? Se apresuró Manuel a responderle.
―No
lo sé, pero, al menos, es lo deseable.
―Me
dices que valdría la pena buscar a ese Alguien y conocerle mejor.
―Es
lo que procede ―insinuó Pedro― afirmándolo decididamente con su rostro serio y
seguro.
―También
yo ―dijo Manuel― creo que vale la pena intentarlo. Tener un Pastor de esa categoría
y dispuesto a dar la vida por salvar la tuya es una muy buena noticia.
La pregunta queda en el aire. Se trata de que tú, como también yo, nos la planteemos y la valoremos tal cual han decidido Manuel y Pedro. ¿Hay algo mejor en el mundo que el amor? Pero, un amor al estilo del que nos propone el Buen Pastor Porque, del otro amor está el mundo lleno y mira cómo le va.
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