El fundamento de nuestra
fe es Jesús Resucitado. Porque, es, a partir de ese momento, cuando el Amor –
con mayúscula – tiene presencia. Es cuando los apóstoles, que no se habían
enterado de nada, entendieron que el arma de la evangelización y del hallazgo
de la felicidad es el Amor. Un Amor que Cristo deja sin discusión en su muerte
de cruz. Es allí y en ese momento, cuando nos damos cuenta de que solo amando –
como Cristo nos amó y nos ama, ahora resucitado, los hombres pueden salvarse.
Lo contrario sería lo que han vivido nuestros antepasados y vivimos también
nosotros. Ejemplo, la actual guerra Rusia – Ucrania. ¿Será feliz Putin después
de ganar? Su felicidad será la misma, porque, donde busca satisfacer sus
egoísmos no vive la felicidad.
Es evidente que estamos ciegos y esa ceguera nos conduce a la perdición. Las Palabras de Jesús nos lo señala claramente: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. ¿En qué estamos pensando? ¿No es Jesús suficiente signo y señal para creer en Él y en su Palabra? ¿No ha vencido la muerte? ¿Pensamos que cualquiera, que nada ha demostrado ni es capaz de aumentar un pelo de su cabello, nos diga otra cosa? La autoridad de Jesús está demostrada. ¿Qué nos ocurre? ¿Choca con nuestros intereses materiales, egoísmos y pasiones? Indudablemente, primero tendremos que hacernos pobres humildemente para, luego, abrirnos a la Buena Noticia que Jesús – de parte de su Padre Dios – nos trae. ¿No te parece?
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