Hoy que sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, CRISTO jardinero,
por el desierto de mi corazón.
Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, SEÑOR, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.
Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, SEÑOR, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.
Para que nunca busque recompensas
al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, SEÑOR, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.
Para que no me busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, SEÑOR, y tu palabra
en el desierto de mi corazón. Amén.
(del diurnal, lunes de la segunda semana).
Que hermosura de poema.
ResponderEliminarSaludos.
Me alegro que te guste. Fue algo espontáneo en la oración de Laudes del lunes. Al rezarlo me vino el gozo de compartirlo. Nunca lo había sentido antes y muchas veces lo había rezado. Pudo influir tu blogs de poesías. Lo importante es que prevalezca en nosotros el Amor agapé de dónde brota el manantial de la plena felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo en CRISTO.