Supongo que habría muchos que no acudirían a la plaza o no se molestarían mucho por tocar la orla de su manto. Quizás por ignorancia,
porque no tenían quien les llevara o por simple apatía. El resultado que
hoy continúa ocurriendo lo mismo. Son muchos los indiferentes, los que no creen
en su Palabra ni en el contacto con su Cuerpo y no se esfuerzan en acercarse a
Él. Al contrario se alejan y le rechazan
Pero, como ocurrió en su tiempo, también hoy hay
muchos que creemos en su Palabra y nos acercamos también a tocarle en la
Eucaristía donde está real y presente bajo las especies de pan y vino. Y
sentimos ese hálito de vida que nos fortalece, nos sana y nos llena de gozo y
paz.
Jesús verdaderamente es el Camino, es la Verdad y es
la Vida. Todo su ser desprende vida y en Él esperamos renacer a la verdadera
Vida. Esa Vida Eterna que Él nos promete si creemos en Él. Por eso, no
desaprovechemos esa oportunidad de tocar al Señor y alimentarnos de su Palabra
y de su Cuerpo y Sangre en cada Eucaristía. Se ha quedado para eso, para que
nos acerquemos a Él y le toquemos con la confianza y la fe de ser curados.
Él nos lo ha prometido: El que come mi carne y
bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, me ha enviado, posee
la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá para mí - Jn 6,
51-58 -.
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