miércoles, 3 de julio de 2019

¿TAMBIÉN TÚ TIENES DUDAS?

Resultado de imagen de Jn 20,24-29
Lo normal es que toda persona tenga duda. La duda es la causante de que se necesite la fe, y, por la fe, nos salvamos si nos mantenemos perseverante y confiando en la Palabra del Señor. Luego, si no hubiese duda no haría falta la fe. Es lo que ocurrirá cuando estemos en la presencia del Señor. Allí no nos hará falta tener fe, pues ya vemos al Señor. Será, pues, una dicha estar en su presencia y la puerta para llegar a Él es la muerte, lo que deja al descubierto que no es tan trágica como se puede creer. Diría que es el momento más glorioso de nuestra vida si realmente la sufrimos en Gracia de Dios. De otra forma sería la pérdida más grande.

Ahora, esas dudas tienen un gran peligro. Ese peligro está escondido en el recorrido de nuestra vida, ya sea de forma individual o colectiva. Es decir, hacerlo solo o en la comunidad. O sea, remar tu solo o ir remando con otros. Ir en tu barca o ir en la Barca de la Iglesia. Así de claro. Solos estaremos a merced de todos los peligros que el Maligno nos pueda poner. Él está atento a ponernos todas las sancadillas que necesita para hacernos caer y alejarnos del Señor. Recordemos las tentaciones que sufrió Jesús en el desierto. También nosotros, en el recorrido de nuestra vida pasaremos por esos momentos. El deseo de satisfacernos con las cosas de este mundo; la tentación de sentirnos importante, de colmar nuestra vanidad y orgullo y la ambición de sentirnos poderosos y dueños resume el contenido y las diversas formas de ser tentados.

Solos, quedamos a merced del demonio, que hará de nosotros lo que quiera, pero, en la Barca cambia todo. Estamos rodeados de hermanos que nos apoyan, nos fortalecen con sus oraciones y nos defienden alimentando, al compartir, nuestra fe. Tenemos un ejemplo en el Evangelio de hoy con Tomás. Su fe estaba dañada y herida. No creía en Jesús resucitado y exigía ver para creer. Es lo mismo que nos sucede a muchos hoy cuando dicen que no han visto a nadie regresar de la muerte para demostrar la resurrección. Realmente, ¿creemos que la aparición de alguien que haya muerto solucionaría eso? En la parábola del rico epulón -Lc 16,19-31- Jesús nos deja claro que no serviría de mucho.

Sin embargo, Tomás está en la Barca - Iglesia - y, a pesar de sus dudas sigue en ella. Se encuentra, podemos simbolizar que está embarcado a la semana siguiente, y de nuevo Jesús se presenta a sus discípulos, y ve que está Tomas, lo llama y tiene un encuentro con él. Sabemos el resto. Ocurrió que Tomas seguía en la Barca y esa es la diferencia. Es en la Iglesia donde Jesús se te hace presente y donde tienes que buscarlo. Jesús no se presenta sino espera que tú le abras tu corazón. Él está a tu lado, te llama y espera tu respuesta y tus deseos de búsqueda. Y se te manifiesta cuando tu corazón se abre a su llamada. Estar en la Iglesia es muy importante, porque, Jesús se le presenta a sus amigos, a aquellos que le buscan y desean conocerle. La pregunta podría ser, ¿quieres tú conocerle?, pues, búscale en la Iglesia.

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