jueves, 5 de septiembre de 2019

A LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE JESÚS

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Lc 5,1-11
Jesús no deja indiferente a nadie. Su Palabra atrae, interpela y desprende admiración. Es una forma nueva de enseñar que renueva y que da vida. Todos se agolpan a su lado para escucharla hasta el punto que Jesús, viendo el gentío, se sube a la barca, que era la de Simón, y le pide que se aparte un poco de la orilla para poder hablarle a la gente que esperaban atónita sus palabras.

Y cuando termina de enseñarles le dice a Simón que reme mar adentro y que eche las redes. Simón queda sorprendido por esas, pues habían estado bregando toda la noche sin resultado alguno. Sin embargo, por la Palabra del Señor, Simón accede y echa la red obedeciendo al Señor. El resultado fue sorprendente, tanto como la Palabra y la autoridad con la que el Señor había mandado a Simón a echar la red.

La pesca fue tan abundante que Simón tiene que hacer señales a sus compañeros para que se acerquen a ayudarles. Y Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo y amigos de Simón, se acercan para ayudar a descargar y arrastrar aquella abundante pesca que amenazaba con reventar la red. Y Simón exclamó: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres».

Ahora, ¿consideras que a ti también te invita el Señor a echar tu red? Y si lo consideras, ¿cuál es tu respuesta? Conoces lo que hizo y dijo Simón, y también la respuesta de Jesús. ¿Crees, a pesar de tus pecados, que tu red puede también llenarse de peces? Crees en el poder del Espíritu Santo y que abierto a su acción también tú puedes dar muchos frutos?

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