El R. P. Roberto A. Macdonald, C.SS.R. se esfuerza en pagar una deuda de gratitud para con la Virgen, y a través de este folleto trata de inculcar y esparcir una tierna devoción al Inmaculado Corazón de María. De esta forma, cuenta su historia y cómo llegó al escapulario verde.
Hace varios años, antes de que se hubiera descubierto el uso de la penicilina, yo me encontraba en un hospital gravemente enfermo de pulmonía. Cuando me empezaron las hemorragias pulmonares los médicos decidieron someterme a una operación arriesgadísima, como último recurso, pero una de las Hermanitas del hospital, entrando en mi cuarto, me dijo: "Padre, ¿no tiene usted gran fe en la Madre de DIOS, especialmente en su Inmaculado Corazón? Si esto es así, usted puede curarse."
-"¿Cómo Hermana?"
-"Por medio del escapulario verde"
-"¿Y qué es eso?"
-"Hace cuatro años, Padre, a mí me operaron de cáncer, pero éste estaba ya tan avanzado, que sin hacerme nada, me volvieron a cerrar y me enviaron al convento para que muriera allí. Entonces yo empecé a rezarle a Ntra. Señora del escapulario verde, y, cansada de esperar por la muerte, que no acababa de llegar, me levanté y me puse a trabajar. Actualmente estoy curada. Padre, ¿quiere usted que le dé un escapulario verde?"
-"Si,Hermana, por favor."
Y, diciendo yo esto, ella me puso un escapulario sobre la cabeza. Un sentimiento de absoluta confianza me invadió en aquel momento, y la sangre cesó de salir de mi boca. Dos días después, al ir a sacarme una radiografía, me preguntaron los médicos cuánto tiempo hacía que había cesado la hemorragia. Al constestarle yo que hacía unos dos días, se quedaron sorprendidos, y me dijeron:- "Usted tiene una lesión en el pulmón que está cicatrizada hace lo menos seis meses, y no hay ninguna otra señal."
Al presente, aun la cicatriz de la lesión ha desaparecido, y por eso he dicho anteriormente que tengo contraída una deuda de gratitud con el Inmaculado Corazón de María, la cuál jamás podré pagar debidamente. Desde entonces he hecho cuanto ha estado en mi mano para extender esta devoción, y, con gran sorpresa y gozo mios, he visto que todos aquellos a quienes he hablado del escapulario verde, se han llenado aún de más celo que yo por darlo a conocer.
En el mes de mayo, después de mi curación, le pedí permiso al P.Rector de la iglesia de San Patricio, en Toronto, para hablar del escapulario en los ejercicios de devoción que se tenían allí, los miércoles. Yo tenía conmigo mil escapularios verdes, pero todos creíamos que la gente no pediría más de treinta. Los mil desaparecieron aquella misma mañana, y los devotos se apiñaron de tal manera para obternerlos en el salón donde yo los distribuía, que llegué a temer hubiera algún accidente.
Durante todo aquel día me encontré de continuo sitiado por todas partes de los que venían a pedirme más escapularios; tontamente se me ocurrió enseñarles el que yo usaba, y, al momento me lo arrebataron de las manos.
El escapulario verde es la historia de Sor Justina Bisqueyburu, que, habiendo quedado huérfana en muy temprana edad, fué adoptada por unos parientes muy ricos, los cuales le dejaron una cuantiosa fortuna al morir, Sin embargo, ella eligió ser pobre con CRISTO pobre, y el 27 de noviembre de 1839, el día más feliz de su vida, entró en el noviciado de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, en Paris.
La hermana Justina supo inspirar amor y emulación en cuantos tuvieron la dicha de conocerla. Fue la confidente del Papa Pio IX en los sombríos días que precedieron a su prisión en el Vaticano; fué la admiración de los mahometanos en el Norte de África, y la recipiente de la halagadora imitación del "Ruiseñor de Florencia" en los campos de batalla de Crimea.
Las Hermanas de San Vicente de Paul podrán contarles que; a pesar de sus esfuerzos por mantenerse ignorada, su secreto fué descubierto; el escapulario verde llegó a manos del Papa Pio XI y cómo se apareció la Sma. Virgen en toda su belleza, ante los ojos de la joven novicia; cómo la celestial Señora volvió a aparecérsele una y otra vez mientras el escapulario no fué hecho y distribuido.
Ellas podrán explicarles cómo la Sma. Virgen le enseñó a Sor Justina que el escapulario podía ser bendecido por cualquier sacerdote, llevarse colgado al cuello o en cualquier otra forma sobre la persona, y aun dejado en la habitación, con la sola condición de que se diga una vez al día (por sí mismo o por otro): "Inmaculado corazón de María, rogad por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte".
Curiosamente este artículo hace el número 300 que he escrito, durante los 570 días de mi andadura por mis tres blogs. Este blog, "de dodim a agapé" contiene a los otros dos, pues vivencias y reflexiones es el resultado de lo que escribo en dichos blogs. Digo curiosamente, porque me encomiendo a la Sma. Virgen para que interceda al ESPÍRITU y nos llene de Gracia, sabiduría, fortaleza y paz a todos los blogueros católicos con el fin de seguir llenando el espacio bloguero de criterios y razones que proclamen el Reino de DIOS.
Hace varios años, antes de que se hubiera descubierto el uso de la penicilina, yo me encontraba en un hospital gravemente enfermo de pulmonía. Cuando me empezaron las hemorragias pulmonares los médicos decidieron someterme a una operación arriesgadísima, como último recurso, pero una de las Hermanitas del hospital, entrando en mi cuarto, me dijo: "Padre, ¿no tiene usted gran fe en la Madre de DIOS, especialmente en su Inmaculado Corazón? Si esto es así, usted puede curarse."
-"¿Cómo Hermana?"
-"Por medio del escapulario verde"
-"¿Y qué es eso?"
-"Hace cuatro años, Padre, a mí me operaron de cáncer, pero éste estaba ya tan avanzado, que sin hacerme nada, me volvieron a cerrar y me enviaron al convento para que muriera allí. Entonces yo empecé a rezarle a Ntra. Señora del escapulario verde, y, cansada de esperar por la muerte, que no acababa de llegar, me levanté y me puse a trabajar. Actualmente estoy curada. Padre, ¿quiere usted que le dé un escapulario verde?"
-"Si,Hermana, por favor."
Y, diciendo yo esto, ella me puso un escapulario sobre la cabeza. Un sentimiento de absoluta confianza me invadió en aquel momento, y la sangre cesó de salir de mi boca. Dos días después, al ir a sacarme una radiografía, me preguntaron los médicos cuánto tiempo hacía que había cesado la hemorragia. Al constestarle yo que hacía unos dos días, se quedaron sorprendidos, y me dijeron:- "Usted tiene una lesión en el pulmón que está cicatrizada hace lo menos seis meses, y no hay ninguna otra señal."
Al presente, aun la cicatriz de la lesión ha desaparecido, y por eso he dicho anteriormente que tengo contraída una deuda de gratitud con el Inmaculado Corazón de María, la cuál jamás podré pagar debidamente. Desde entonces he hecho cuanto ha estado en mi mano para extender esta devoción, y, con gran sorpresa y gozo mios, he visto que todos aquellos a quienes he hablado del escapulario verde, se han llenado aún de más celo que yo por darlo a conocer.
En el mes de mayo, después de mi curación, le pedí permiso al P.Rector de la iglesia de San Patricio, en Toronto, para hablar del escapulario en los ejercicios de devoción que se tenían allí, los miércoles. Yo tenía conmigo mil escapularios verdes, pero todos creíamos que la gente no pediría más de treinta. Los mil desaparecieron aquella misma mañana, y los devotos se apiñaron de tal manera para obternerlos en el salón donde yo los distribuía, que llegué a temer hubiera algún accidente.
Durante todo aquel día me encontré de continuo sitiado por todas partes de los que venían a pedirme más escapularios; tontamente se me ocurrió enseñarles el que yo usaba, y, al momento me lo arrebataron de las manos.
El escapulario verde es la historia de Sor Justina Bisqueyburu, que, habiendo quedado huérfana en muy temprana edad, fué adoptada por unos parientes muy ricos, los cuales le dejaron una cuantiosa fortuna al morir, Sin embargo, ella eligió ser pobre con CRISTO pobre, y el 27 de noviembre de 1839, el día más feliz de su vida, entró en el noviciado de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, en Paris.
La hermana Justina supo inspirar amor y emulación en cuantos tuvieron la dicha de conocerla. Fue la confidente del Papa Pio IX en los sombríos días que precedieron a su prisión en el Vaticano; fué la admiración de los mahometanos en el Norte de África, y la recipiente de la halagadora imitación del "Ruiseñor de Florencia" en los campos de batalla de Crimea.
Las Hermanas de San Vicente de Paul podrán contarles que; a pesar de sus esfuerzos por mantenerse ignorada, su secreto fué descubierto; el escapulario verde llegó a manos del Papa Pio XI y cómo se apareció la Sma. Virgen en toda su belleza, ante los ojos de la joven novicia; cómo la celestial Señora volvió a aparecérsele una y otra vez mientras el escapulario no fué hecho y distribuido.
Ellas podrán explicarles cómo la Sma. Virgen le enseñó a Sor Justina que el escapulario podía ser bendecido por cualquier sacerdote, llevarse colgado al cuello o en cualquier otra forma sobre la persona, y aun dejado en la habitación, con la sola condición de que se diga una vez al día (por sí mismo o por otro): "Inmaculado corazón de María, rogad por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte".
Curiosamente este artículo hace el número 300 que he escrito, durante los 570 días de mi andadura por mis tres blogs. Este blog, "de dodim a agapé" contiene a los otros dos, pues vivencias y reflexiones es el resultado de lo que escribo en dichos blogs. Digo curiosamente, porque me encomiendo a la Sma. Virgen para que interceda al ESPÍRITU y nos llene de Gracia, sabiduría, fortaleza y paz a todos los blogueros católicos con el fin de seguir llenando el espacio bloguero de criterios y razones que proclamen el Reino de DIOS.
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