domingo, 22 de enero de 2012

¡SABEMOS DÓNDE IR?

Mc. 1, 14-20

Nos ocurre que, en momentos, nos sentimos fuertes, seguros y con las ideas muy claras, sin embargo, llegan tiempo que nos perdemos, que no sabemos si hemos hecho bien o mal, si hemos acertado en el camino, o nos hemos equivocado en la elección.

Empiezan las dificultades, cuando no enfermedades, problemas, incomprensiones, pasa el tiempo, envejecemos...etc., y nos sentimos perdidos, sin saber que hacer. Buscamos y experimentamos que necesitamos a una mano amiga, segura, fuerte, clara y firme que nos ayude a lenvantarnos y nos aclare el camino a seguir, porque nuestro horizonte se ha quedado desdibujado, borroso y no vemos por donde debemos caminar.

A pesar de tanto desconcierto, nunca dejamos de sentir una voz interior que nos llama al camino, a levantarnos, a continuar la marcha, a la esperanza de descubrir el horizonte que siempre hemos buscado y que deseamos encontrar ardientemente. JESÚS nos llama, nos invita a encontrarnos, con nosotros mismos y con ÉL.

En ÉL recuperamos fuerzas, encontramos el camino, damos sentido a nuestra vida y, a pesar del dolor, de las dificultades, de los problemas e incomprensiones nace la esperanza y el gozo de sentirnos amados y con fuerzas para amar. Porque sólo en el sufrimiento podemos descubrir quien nos ama, y cuando nos sentimos amado nace en nosotros la esperanza del verdadero amor que salva.

Por eso, la Cruz, símbolo de nuestra fe, es la imagen que nos recuerda lo que JESÚS nos ha amado, porque sólo cuando se sufre por otro, es cuando manifestamos que verdaderamente lo amamos. Y JESÚS nos ama así, entregándose por nosotros hasta una muerte de Cruz.

Hoy, la Palabra se hace vida en nosotros si la vivimos, y vivirla es obedecer su llamada, y como Simón y Andrés, Santiago y Juan dejar nuestras redes y seguirle.

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