(Jn 19,31-37) |
La muerte de Jesús está certificada. Una muerte de Cruz que los soldados comprobaron y, por eso, no le quebraron las piernas cumpliendo así la profesía: Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.
Es evidente que Jesús murió, y eso da sentido y significado a su Resurrección. Si Dios Padre ha Resucitado a su Hijo, lo mismo hará con cada uno de nosotros, porque esa ha sido la misión por la que ha enviado a su Hijo a este mundo: salvarnos de la muerte del pecado.
Jesús nos lo revela y nos lo ha prometido en muchas ocasiones: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día (Jn 6 ,54); "En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros" (Jn 14, 2). Y muchas más...
No seguimos a un cualquiera, ni a un profeta, ni a un líder religioso... Seguimos al Señor de la Vida y de la muerte. Seguimos al Creador del mundo, de todo lo visible e invisible. Seguimos a su Hijo Jesús, único Mediador de la Gracia de salvación que nos libera y nos salva, y que con su muerte nos ha rescatado para gloria de Dios limpiándonos de todo pecado.
De la misma forma, nosotros, tendremos que abandonar este mundo, por medio de la muerte, pero, de igual forma, resucitaremos en Él para gozar eternamente junto a la Gloria del Padre. Esa es nuestra esperanza y lo que nos sostiene, y el fundamento de nuestra fe.
Jesús ha Resucitado y en Él nosotros también. La muerte ha sido vencida y ya no tiene poder sobre nosotros porque hemos sido liberados y rescatados por los méritos de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre. Amen´
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