(Lc 13,1-9) |
Tenemos vida, pues tenemos la oportunidad de salvarnos dando los frutos que el Señor espera de nosotros. Frutos consecuencia de nuestra conversión. El Señor sabe de nuestras posibilidades y capacidades de dar frutos, y espera que en el tiempo que tengamos para darlos, los demos.
El Evangelio de hoy nos lo pone claro: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Posiblemente esa higuera represente tu vida y tus acciones o frutos. Y, quizás, durante el tiempo de tu vida no has dado los frutos que tu Viñador, el Señor, espera de ti. Igual has vivido y vives de forma indiferente, despreocupada, pensando sólo en tus intereses, ocio y problemas. Eso frutos no son del todo bueno y se secan pronto.
Ahora es tiempo de salvación y tiempo para revertir ese camino con la conversión y el arrepentimiento. Puedes intentar y esforzarte, con y por la Gracia de Dios, cultivar mejor tu propia vid y poner más empeño en cultivarla mejor para que dé frutos que agraden al Señor. No dejemos pasar este momento de Gracia que el Señor nos ofrece, y procuremos aprovecharlo tratando de dar los frutos que el Señor espera de cada uno de nosotros.
Convertirse significa cambiar, dar un giro a nuestra vida y poner en el centro de la misma al Señor. No debemos tener miedo, porque el Señor no nos pide cosas imposible. Sólo quiere nuestro esfuerzo, nuestra intención y nuestra apertura a dejarnos conducir y guiar por el Espíritu Santo. Él será el autor y verdadero protagonistas de producir nuestros frutos. Nosotros, simplemente, meros instrumentos y siervos que nos encargaremos, con y por su Gracia, de ponernos en sus Manos.
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