(Jn 8,51-59) |
Sigue ocurriendo lo mismo, exactamente lo mismo. Muchos cristianos mueren asesinados por su fe. No sólo con piedras sino con armas de fuego. Y todo porque no les permiten que crean en Jesús. Siguen tomando a Jesús por un loco y endemoniado y sujetos a Abrahán y los profetas: ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?».
No aceptan nada y ponen a Abrahán antes que Jesús. No se enteran que Jesús les está diciendo que Él está desde el principio, antes que Abrahán. Es decir, que Él es Dios y siempre ha existido.Pero no escuchan, ni tampoco quieren escuchar. Sólo quieren acabar con Él para finiquitar toda esa pesadilla que les está abriendo los ojos. No quieren saber nada, y de esa forma nada se puede hacer. Porque Dios respeta la libertad del hombre.
No se fijan en nada. Están obsecados y cerrados a la verdad. No se dan cuenta de esa expresión de Jesús al decir: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». ¿Acaso no fue esa misma respuesta la que recibió Moisés en el Sinaí y en el monte Horeb-Ex 3, 13-14-? Realemente, si conocieran mejor al Padre se hubieran dado cuenta de que Jesús está empleando la misma expresión para identificarse con el Padre.
¿No puedes pasar a nosotros algo parecido? ¿Conocemos nosotros al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo? No, no se trata de ponerse a estudiar Teología ni cursos bíblicos, que siempre será bueno, sino de tratar de reflexionar la Palabra de Dios cada día y, entregados en Manos del Espíritu Santo, dejarnos llevar por su Sabiduría y pedirle que nos llene nuestro corazón de ella para vivir en la Voluntad del Padre Dios. Tal y como Jesús, el Señor, nos ha enseñado y testimoniado con su Palabra y con su Vida. Hagamos ese esfuerzo y confiemos en que el Espíritu Santo nos vaya auxiliando en el camino hacia la Casa del Padre.
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