sábado, 26 de diciembre de 2020

DE LA POBREZA A LA CRUZ

Mt 10,17-22

 Se hace difícil seguir a Jesús. Sobre todo si buscas seguirlo tras una vida cómoda, confortable y sin problema. Ese, desengáñate, no es Jesús, ni tampoco es su camino. Él nace pobre, excluido de la sociedad de su época. Nace en un pesebre de animales y, también, en un lugar donde todos, sin exclusión, pueden visitarle y encontrarse con Él. Pobres para los pobres, pero, también para los ricos que quieran hacerse pobres. Porque, ¿cómo podríamos visitarle de haber nacido en un palacio?

Porque, la pobreza y humildad son la condición necesaria e imprescindible para llegar a ese pesebre donde nace Jesús. Y donde sigue naciendo hoy, nació ayer, y nacerá cada día. En todos los corazones pobres y humildes que le abran las puertas y le permitan entrar para nacer de nuevo desde el Espíritu Santo transformando los corazones viejos en corazones nuevos cada día del año.

Y, desde esa pobreza, libre de toda tentación, Jesús camina hacia la Cruz. Una Cruz que resume su Vida de entrega, de sacrificio, de renuncia y de amor misericordioso. Una vida de gozo y felicidad, porque, al final hacer la Voluntad del Padre es lo que verdaderamente te llena de gozo y felicidad. Una felicidad que no se manifiesta en la alegría pasajera, exterior y superficial, sino en la alegría profunda que nace de dentro del corazón y se identifica con la Voluntad de Padre y tiene como referencia a nuestro Señor Jesús.

Una alegría que vive dentro de nosotros y no se consume, sino que nos fortalece, nos sostiene y nos da vida. Vida en abundancia que se fragua dentro de un corazón vivo, gozoso y eterno nacido desde la Cruz y crucificado en el Amor.

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