viernes, 25 de diciembre de 2020

ENVUELTOS EN PAÑALES Y ACOSTADO EN UN PESEBRE

Lc 2,1-14

Jesús nace pobre y esa será la señal de identidad de toda su vida en este mundo. No es acogido y tiene que acomodarse en un pesebre, lo único que queda disponible a su alcance. ¡Y claro!, ¿a quién puedes invitar a esa forma de nacer y venir a este mundo? Solamente los pobres son capaces de inclinarse, adorar y acoger a ese Niño pobre nacido en un pesebre.

Y son los pastores - los últimos de la sociedad de aquella época  e inferiores a los campesinos - a los que se les anuncian e invitan a presenciar y visitar a ese Niño libertador y salvador que nace en Belén. Y son los pastores los que reaccionan, aceptan, acogen y corren a ver esas señales anunciadas por el ángel: "Envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Van asombrados y constatan lo que el ángel le había dicho, y esperanzados en ser liberados, acogidos y aliviados adoran al Niño Dios.

La excepción serán los Magos de oriente que, siendo ricos son humildes y reconocen la grandeza del nacimiento del Niño Dios. Son las señales imprescindibles que necesitamos para acercarnos al Niño del pesebre: Humildad y pobreza. Más tarde, ese Niño, hecho hombre, hablará mucho de la pobreza y humildad. Condiciones necesarias e imprescindibles para acercarme y tener un encuentro con Jesús.

Porque, solo por la humildad y la pobreza podemos encontrar la libertad para, iluminados en y por el Espíritu Santo, llegar al Señor. Ese es el único camino, el que siguió Jesús, despojándose de toda su condición e igualándose con el hombre menos en el pecado. Y es también el camino que tenemos que seguir todos aquellos que quieren dejar que Jesús nazca verdaderamente en sus corazones. 

¡FELIZ NAVIDAD!

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