Jn 1,6-8.19-28 |
Ser testigo significa testificar de lo que has visto y conocido. Dar testimonio de eso que conoces y que has visto y experimentado por ti mismo. Un testigo es aquel que habla de lo que conoce y ha visto. Por tanto, ser testigo es algo muy valioso y que con su palabra habla de lo que ha visto y conoce, de modo que, cuando lo que dice es de vital importancia para la vida del hombre, es muy importante escuchar y darle crédito a sus palabras.
Pero, cuando no se conoce ni se ha visto, no se puede ser testigo. Por eso, Juna el bautista es el Testigo que testifica de lo que conoce y ha visto y es llamado el Precursor, que va delante anunciando la venida del que viene - la Luz - y para que por él todos vean a la fe. Llevamos varios días hablando de Juan el bautista, uno de los principales personajes de esta época del Adviento. Y hoy seguimos hablando de él. Juan es el testigo porque nos advierte la presencia del Señor, el Mesías, Aquel que ha de venir y que estaba anunciado por los Profetas.
Y lo hizo desde el vientre de su madre Isabel, la prima de María, la Madre de Dios, cuando ésta fue a visitarla tras el anuncio del Ángel Gabriel y notificarle que su prima Isabel - mujer estéril - estaba ya de seis meses. Juan saltó desde el vientre de su madre cuando advirtió la presencia del Mesías en el seno de su Madre, María. Juan ya había sentido que Jesús estaba encarnado y se disponía a venir a este mundo.
Isaías 61, 1-2a. 10-11 lo anuncia en la primera lectura de la misa de este domingo y Juan dice: «Yo soy voz del que clama en el desierto: ‘Rectificad el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías». Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: « ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo, ni Elías, ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia».
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