jueves, 14 de enero de 2021

ACERCARSE PARA SUPLICAR Y PEDIR

Mc 1,40-45

 

Hoy con tanto avances tecnológicos podemos pedir con facilidad a distancia, pero ya tenemos experiencias de contactos virtuales y podemos distinguir la diferencia que hay entre unos y otros. Pedir y suplicar en presencia y cara a cara es mucho más eficaz y expresivo. Sucedió eso con aquel leproso del que nos habla hoy el Evangelio. Se acercó a Jesús y le suplicó diciéndole: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.

El Evangelio nos dice también: En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas. Esa es una de las grandes diferencias de estar presente, ponerse de rodillas, cosa que no es visible virtualmente. También, el Evangelio nos dice la respuesta de Jesús. ¿Esperamos nosotros esa misma respuesta hoy? ¿Creemos que Jesús nos respondería así a nuestra suplica?

Solo hay una forma de saberlo, acercándonos y preguntándoselo al Señor. Y, para eso, solo necesitamos fe, porque, Jesús, aunque no esté de cuerpo presente, si está espiritualmente y realmente presente en el Sagrario y en cada Eucaristía bajo las especies de pan y vino. Él se hace nuestro alimento espiritual, nos limpia de todas nuestras lepras y nos fortalece para el camino de cada día.

Por tanto, todo consiste en acercarnos y en confiar en Jesús. La experiencia nos habla de su infinita compasión y su Amor Misericordioso. Y, también,  del torrente de Gracia que nos invade y desborda hasta el punto de no poder resistirnos a compartir esa dicha y Buena Noticia de que Dios está entre nosotros.

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