En el comentario del Evangelio diario – en la Compañía de Jesús – se dice: Plinio el joven, en la carta que, como gobernador de Bitinia, dirigió al emperador Trajano el año 111 preguntando cómo debía resolver las acusaciones contra los cristianos, afirma que estos «cantan un himno a Cristo como Dios».
Uno de aquellos himnos bien pudo ser el prólogo al evangelio de Juan arriba reseñado. Y cito este comentario como prueba de la historia que certifica y narra esos momentos donde ya se proclamaba a Cristo como Dios. Es decir, el Verbo era Dios. Así lo proclama Juan en su Evangelio: (Jn 1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su…
Es evidente que todo lo creado, tanto visible como invisible, tiene un creador. Juan, testigo directo de su muerte y Resurrección, testifica y lo proclama como la Palabra sin la cual nada se hizo. Y la Palabra era Dios. Esa es la clave, Jesús, es el Señor, la avala y testifica Juan el evangelista y otros muchos más apóstoles que estuvieron con Él después de su muerte, ya Resucitado. Y esto, ocurrido hace ya más de dos mil años, sigue vigente y actual. La razón, está clara, Jesús Vive y está entre nosotros y nos da la fuerza, la fe y la esperanza de resucitar con Él. La decisión está en tus manos.
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