domingo, 20 de marzo de 2022

¿Y TU HIGUERA? ¿ESTÁ SECA?

Cuando somos capaces de detenernos y mirar atrás, vemos que nuestra vida ha tenido muchos fallos. Es evidente que no ha dado todos los frutos que nosotras hayamos deseados. Nuestra naturaleza herida por el pecado nos ha vencido en muchos momentos. Y, debilitados, hemos caído en el pecado desoyendo tu Palabra y tus consejos. Sí, tomamos conciencia de nuestras debilidades y flaquezas. Aceptamos, Señor, que nuestra particular higuera no da los frutos esperados. Posiblemente no la cultivemos bien; posiblemente no la abonemos lo suficiente y no la rodeemos del estiércol y la tierra necesaria para que dé esos hermosos frutos que espera de nosotros nuestro Padre Dios.

¿Qué hacemos con nuestra vida? ¿La cuidamos y la preparamos para responder a lo que Dios espera y quiere de nosotros? ¿Sabemos cuál es la Voluntad de Dios? Posiblemente, ponemos nosotros nuestro trabajo y nuestro esfuerzo, pero, eso simplemente no basta. Dios quiere fundamentalmente que creamos en Él. Si nos fijamos, eso es lo que han hecho todos los santos. Precisamente, su padre, san José. Dado ese paso, todo lo demás viene por añadidura. Un corazón entregado y abierto a la acción del Espíritu Santo, que para eso lo hemos recibido en el día de nuestro bautismo, hará, por la Gracia del Espíritu, lo que Dios le tenga asignado.

A veces esperamos cosas extraordinarias o grandes ante la vista de los demás. Y, posiblemente, nos equivocamos.  Miremos a María, su madre, y, recientemente, hemos celebrado su día, su padre José. Más humildes y sencillos no pudieron ser. Solo su fe y obediencia fueron relevantes, y la Gracia de Dios hizo todo lo demás. Eso nos ayuda a mirarnos a nosotros mismos y ser humildes. Nada de lo que podamos hacer tiene mérito, pues nos ha sido dado por la Gracia de Dios. De ahí que, respondiendo a su Gracia, debemos compartirlo con los demás, sobre todo con los más pobres. Necesitamos, pues, abrirnos a la Gracia de Dios para que, abonando nuestro corazón con esa Agua de la Gracia, valga la redundancia, demos esos frutos de amor.

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