lunes, 21 de marzo de 2022

UNA MIRADA HASTA LO MÁS PROFUNDO DEL CORAZÓN

 

La mirada de Dios va directa al corazón. Él sabe tus más escondidos pensamientos y tus deseos más profundo. Él te conoce profundamente y sabe todo lo de ti, incluso mejor que tú. Por eso, sabe lo que te conviene y lo que es mejor para ti. Dios no mira títulos, honores, razas ni ninguna otra diferencia o distinción. Dios mira directamente al corazón del hombre y entiende, comprende y sabe sus pensamientos e intenciones. Porque, precisamente, de lo que vive en el corazón salen los buenos o malos pensamientos del hombre.

Por tanto, Dios, que sabe todo de ti, no viene a negociar tu salvación. Estarías siempre condenado, Nos salva su Infinita Misericordia. Y eso es lo que viene a ofrecerte, su Misericordia. No busca satisfacer tu curiosidad, ni, tampoco, impresionarte. No necesita tu aprobación, ni tu agradecimiento. Nada puede esperar de ti que necesite. Dios es Omnipotente e Infinito. Dios te ofrece la salvación – esa felicidad eterna que tú buscas – simplemente por amor. Por eso, enviando a su Hijo, anuncia la Buena Noticia a aquellos que está sedientos y hambrientos de salvación. Aquellos que, reconociéndose pecadores, pobres y necesitados, imploran misericordia y perdón.

Y, Jesús, el Hijo de Dios, nos revela la Infinita Misericordia de su Padre. Nos lo revela en la hermosa parábola del hijo pródigo o de la higuera seca. Luego, primero, se hace necesario tener sed y hambre, es decir, reconocernos necesitados de misericordia y creer en el Hijo de Dios, enviado por el Padre, que nos perdona nuestros pecados. Porque, es posible que, también nosotros nos hayamos fabricado un Dios adaptado a nuestra medida y sabiduría. Un Dios que encaje con nuestro pensamiento y sentir. Y ese no es el Dios que nos anuncia su Hijo, nuestro Señor Jesús. Nuestro Dios es un Dios misterio, escondido en lo nuevo, en lo imprevisible, en lo incomprendido y desconcertante. Solo en Él está la absoluta Verdad.

Por tanto, es lógico que ese Dios cueste ser aceptado por los que buscan un Dios adaptado y domesticado según sus intereses e intenciones. Sería bueno preguntarnos en esa dirección, ¿qué Dios estamos buscando y presentando en nuestras catequesis y evangelización? ¿Un Dios callado, pasivo, domesticado según los tiempos? ¿Un Dios silencioso ante las propuestas de muerte a los inocentes – aborto – que la sociedad propone? ¿Un Dios temeroso a levantar la voz ante las propuestas ideológicas de género y de destrucción de la familia? ¿Quién realmente es nuestro Dios? ¿Aquel que visitó a la viuda de Sarepta o al sirio Naamán, o el dios que adaptamos a nuestro tiempo? ¿Será cuestión, a la luz del Espíritu Santo, preguntarnos a quién nos anuncia Jesús?

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