A veces decimos, yo el primero, que hay que confiar en la gente, pero dentro de nosotros no sentimos esa confianza. Al contrario, desconfiamos. Incluso en nuestras propias comunidades, y hasta en las familias. Y no es nada extraño, porque sucede que damos motivo para actuar de esa forma.
La confianza se pierde cuando vemos que la palabra dada no es cumplida. O cuando tu vida no refleja lo que parece que compartes y proclama. Sin embargo, si miramos a Jesús, experimentamos que Él mantiene la confianza en cada uno de nosotros, incluso y a pesar de las tantas veces que le defraudamos y fallamos. No parece que haya sintonía en nuestra vida con la de Jesús.
La pregunta es: ¿No debemos nosotros hacer un esfuerzo en actuar y confiar como Jesús? No sólo confiar en Él, sino también confiar en los hombres y mujeres. Se supone que eso no significa confiar sin razones, sin discernimiento y prudencia. Se hace necesario discernir y actuar con sentido común, pero siempre desde una actitud y esfuerzo de dar un margen de confianza. Incluso arriesgándonos.
Descubrimos que no es fácil perseverar y sostenernos en esa actitud. No es fácil incluso hasta dentro de la familia y círculo de amigos, ¡cuánto más en los desconocidos y enemigos! Pero esa es la receta y el camino. Si queremos ser discípulos de Jesús tendremos que confiar y perdonar, tal y como Él nos perdona a cada uno de nosotros. Eso nos lleva a descubrir la necesidad de pedírselo insistentemente y de mantenernos pegados a su Espíritu para asirnos de sus fuerzas e impulsos.
No podemos pensar, ni tampoco creer que con ciertas prácticas blandas, suaves, poco comprometedoras y desvinculantes podemos alcanzar la Misericordia de Dios. ¿A qué jugamos? ¿Es posible que podamos llegar a pensar que Jesús, por su Amor y Misericordia con nosotros, es un juguete que podemos usar a nuestro antojo?
Confiar en Jesús nos lleva a descansar y apoyarnos en Él, pero, el descanso llega detrás del esfuerzo y del trabajo. El descanso es un regalo del laborioso compromiso del sacrificio y la mortificación del esfuerzo por servir al que lo necesita por amor. Sin esfuerzo no hay necesidad de descanso.
Tratemos, pues, de convertir nuestro corazón en un corazón esforzado y comprometido, y entregado en la confianza de que en el Señor encontraremos siempre el descanso que necesitamos.
Tratemos, pues, de convertir nuestro corazón en un corazón esforzado y comprometido, y entregado en la confianza de que en el Señor encontraremos siempre el descanso que necesitamos.
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