(Mc 3,1-6) |
Cuando te ves imposibilitado, porque no tienes razones para responder, haces silencio. No puedes hacer otra cosa, porque no tienes argumentos que te ayuden a responder y replicar los hechos que tú rechazas. Se te acaban las razones y las palabras para sostener que el sábado debe anteponerse al bien del hombre.
Eso es lo que hace Jesús. Llama al hombre que tenía la mano paralizada y le invita a ponerse de pie en medio de todos. Y allí, pregunta: « ¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». El sentido común nos revela que lo lógico es hacer el bien. El sábado debe respetarse, pero siempre anteponiendo el bien del hombre. No el beneficio o interés, que muchas veces puede ser excesivo, pernicioso y malo, sino el bien, aquello que le sirve para aliviarse del dolor o la enfermedad y estar saludable.
Sin embargo, el silencio, porque no puedes hacer otra cosa, no te sirve para reflexionar y recapacitar tu empecinamiento soberbio y erróneo. No admites tu error, sino, al contrario, te empecinas más en seguir con él y tratar de, demagógicamente, defender que tienes razón, o poder, para hacer que se cumpla la ley sin más, porque es la ley y está por encima del hombre. Sabes que eso no es justo ni verdad, pero tu soberbia te ciega.
Si no somos capaces de que la reflexión nos sirva para mejorar y descubrir la verdad, estamos perdidos. Será difícil crecer y madurar como personas. Todos somos pobres personas, que necesitamos madurar. Pero ese madurar no se logra sólo, hace falta buena tierra y buen abono.
La tierra, por la Gracia de Dios, puedes ser tú, pero el abono no. No lo puedes auto ponértelo tú, necesitas que la Gracia del Señor te abone, y la acción del Espíritu Santo te ilumine y te purifique, para que, abajándote humildemente, tu corazón se transforme por la Gracia de Dios, en un corazón humilde y comprensivo. Sólo así irás creciendo en la verdad y la justicia.
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