domingo, 21 de febrero de 2016

LA NECESIDAD DEL IMPULSO QUE LES ALIMENTE SU FE

(Lc 9,28-36)


Hay momentos que uno duda, y circunstancias que, por mucho que quieras aclararla, se vuelven oscuras y se tiñen de negros nubarrones. Son momentos difíciles en los que necesitamos luz, mucha luz. El Monte Tabor es uno de esos momentos de luz, que nos impulsan a bajar y continuar el camino.

¿Dónde está nuestro Monte Tabor? Quizás puede que hayamos subido a él y no lo hayamos descubierto. Igual necesitamos seguir orando sin desfallecer. Aquellos apóstoles, decepcionados, cansados, abatidos y llenos de miedos y dudas, necesitaban un aliento y un impulso que les levantara el ánimo. Y el Tabor fue un toque de atención para que vivenciaran la Gloria de Dios.

Necesitamos orar y orar, y confiar que el Señor nos dejará ver su Gloria, porque se ha ido a prepararnos un lugar glorioso. ¿Cómo no nos la va a dejar ver? Está preparado para nosotros. La contemplación en el Tabor es un adelanto de esa Gloria reservada para cada uno de nosotros. Pero, mientras, tenemos que seguir el camino y cargar con nuestros dolores y sufrimientos y, en Jesús, suavizarlos y aliviarlos. Él es nuestro Salvador y Redentor, y en Él confiamos plenamente.

Pero, en todo ese camino de nuestra vida, no debemos dejar de estar en contacto y relación con Él. Y es la oración el vínculo que nos mantiene unidos y fortalecidos en la esperanza de la Gloria que nos espera llegado el momento final. El Tabor es una estación intermedia que nos descubre la Gloria de Dios. Un alto en el camino que nos alumbra y nos impulsa a seguir esperanzados de la Mano de Jesús.

No dejemos de buscar nuestro particular Tabor unidos a Jesús. Ese Tabor que significa nuestra unión con Él y nuestro inmenso gozo de sabernos hijos redimidos por Amor. Cada día, en esos momentos de contacto y de oración, esperamos estar despiertos, Señor, para contemplar extasiados tu Gloria e impulsados a sostenernos firmemente en tu presencia.

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