(Lc 18,35-43) |
Bartimeo tuvo esa oportunidad y, al parecer, la aprovechó. Pero, ¿tú y yo? ¿O es que el Señor no nos da también a nosotros esa oportunidad? Claro que nos la da. Ha venido para eso, para salvarnos y espera también que le hagamos nuestra petición. Realmente, ¿qué queremos pedirle al Señor? ¿Tenemos claro nuestra pregunta?
Bartimeo quería ver y recuperada su vista le siguió glorificando a Dios. No sólo recuperó la vista de sus ojos, sino la vista de la Luz, la verdadera Luz de conocer a Jesús, el Hijo de Dios, y, por y a través de Él, llegar a Dios.
¿Sabemos ya nuestra pregunta? ¿Y tenemos la fe y confianza en qué Jesús nos dará esa Luz, como hizo con Bartimeo? Pues no perdamos ni un segundo, hagámosela sin pérdida de tiempo y, recuperada, sigámosle glorificando a Dios.
Porque nuestra pregunta exige respuesta. Y una respuesta responsable y comprometida. Una respuesta de oración ante las dificultades y obstáculos del camino. Obstáculos que se encuentran también entre nosotros y los nuestros. Y es que son las difícultades y obstáculos, como los que le decían a Bartimeo que se callara, los que nos levantan y nos ponen delante del Señor. Son las necesidades las que nos abren los ojos y nos emergen las preguntas sacándolas del corazón para presentárselas al Señor.
Es entonces cuando se produce el encuentro, el diálogo que nos hace ver, ver la Luz que alumbra toda nuestra vida y nos deja ver el camino. El verdadero camino de salvación. Por eso, Señor, queremos encontrarte en nuestro humilde camino y pedirte que nos abras los ojos para ver. Ver que significa verte a Ti, Señor.
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