domingo, 15 de septiembre de 2019

DIOS VIENE EN TU BÚSQUEDA

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Lc 15,1-32
No es cuestión de desesperarte. En el camino estás propenso a perderte y, desorientado, es un laberinto donde se hace difícil encontrar la salida., pero Dios está siempre pendiente de ti. Ha venido a salvarte y estará siempre buscándote. Pero, te ha creado libre y dejará que tú decidas. Por lo tanto, está en tu mano el no alejarte de su presencia y estar visible para que acuda en tu ayuda. Eso exige una constante inquietud de búsqueda y de esfuerzo.

Dios viene en mi búsqueda, pero, ¿en qué actitud estoy yo a esa búsqueda por parte de Dios? ¿Soy egoísta y miro solo por mí? ¿Me busco a mí mismo sin importarme los demás? Me identifico con el hijo menor de la parábola del hijo prodigo? ¿O me parezco más al hijo mayor? Realmente, ¿me gustaría ser como el padre? Tomar conciencia del don de la libertad que Dios me ha dado me exige una actitud de esfuerzo y una respuesta a la iniciativa que Dios tiene en cuanto a buscarme y tenderme la mano.

Necesito indagar interiormente en mi corazón y reflexionar sobre mis apetencias, sobre la búsqueda de mis intereses y la actitud de pensar sólo en mis egoísmos. Salir de la casa del Padre y, recibida mi herencia, gastarla de forma egoísta buscando individualmente mis satisfacciones y placeres me hace verme como el hijo menor. Pero, también, aparentar con mis cumplimientos y guardar una envidia celosamente alimentada por el deseo de juzgar a los demás mirando sus debilidades y pecados excluyéndome yo de ellos, es tomar la actitud del hermano mayor. Porque, la conversión la necesitamos todos, publicanos y fariseos.

El mejor camino es mirarme en el Padre. Ese Padre paciente, comprensivo, amoroso y, sobre todo, misericordioso que tanto al hijo menor como al mayor les anima a convertir sus corazones desde el amor y la fraternidad que genera la paz y el gozo eterno.

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