Mt 9,32-38 |
La pobreza es una lacra que siempre nos amenaza. Pero, hay muchas clases de pobrezas y cada una de ellas representa una lacra que tiene consecuencias en la vida de las personas. Por eso, eliminarlas y luchar contra ellas se hace necesario e imprescindible. Sin embargo, la pobreza más visible y, quizás, más importante es la física o económica. Lo estamos comprobando durante esta pandemia. La economía es lo que más nos importa, incluso antes que la vida de las personas, de forma que se arriesgan la vida de las personas para poner en marcha la economía.
Sin embargo, hay otras clases de pobrezas también muy importante. La pobreza cultural, que excluyes a los que la padecen del ámbito cultural de la sociedad. Hay múltiples eventos culturales a los que los pobres no tienen acceso. Primero, porque su cultura no da para más, y, segundo, porque su tiempo no se lo permite. Pero, también existe la pobreza relacional o pobreza que te aísla y te impide, por carencias de tiempo y oportunidades, relacionarte en los ámbitos sociales donde tienes oportunidad de crecer culturalmente y madurar como persona.
Y todavía está la pobreza espiritual, que te deja un vacío interior de desesperanza y abandono. Siempre se ha dicho que primero hay que llenar el estomago para luego llenar el alma de esperanza y espiritualidad. Espiritualidad que completa la plenitud de la persona - cuerpo y espíritu - porque, sólo alimentando el cuerpo no se consigue la plenitud que busca nuestro corazón. Y esa plenitud necesita de esas pobrezas que, desde la económica llega hasta el espíritu.
Y Jesús, nuestro Señor, se acerca a los pobres y, compadecido de ellos, les asiste, les llena de esperanza y les sana, expulsando de ellos los demonios y toda dolencia que les impida vivir en la esperanza de alcanzar ese Reino de paz, justicia y amor que Jesús anuncia y propone. Conviene, pues, acercarse al Señor y, escuchando su Palabra vivir confiados y esperanzados en que, en y con Él, podemos vencer a esas pobrezas que nos amenazan.
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