Mc 8,1-10 |
El criterio subyace escondido en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Es esa nuestra semejanza con nuestro Creador? Posiblemente, porque, cuando vemos sufrimiento y dolor experimentamos compasión y deseos de compartir. El Espíritu de Dios - Espíritu Santo - nos conmueve, nos asiste y nos impulsa a compartir ese dolor y a aliviarlo en la medida de nuestras posibilidades. De ahí la necesidad y la promesa del Espíritu Santo, porque lo necesitamos en cada instante de nuestro vivir diario y de nuestro continúo crecimiento y maduración de fe.
Porque, la fe es un proceso que necesita de nuestra colaboración y esfuerzo, pero, sobre todo, de la asistencia y auxilio del Espíritu Santo. Porque, cada día nos sumergimos en diferentes opciones de misericordia y comprensión que necesitamos entender para decidir. Y es la acción del Espíritu Santo la que nos sugiere el camino y decisión a tomar.
Hoy, el Evangelio, nos presenta un episodio donde Jesús, al ver al gentío siente compasión y se duele de verlos sin comida en un descampado. Entonces, esa preocupación le lleva a buscar soluciones para darles de comer. Y, a ese respecto, la Iglesia se duele y compadece de todos aquellos indigentes, sin techo y necesitados que pululan por las calles y necesitan ayuda. La labor de Cáritas es reconocida por todos y en ella está implicada toda la Iglesia desde las colectas parroquiales, el voluntariado seglar y asociaciones que trabajan para mejorar la vida de todos aquellos necesitados.
La labor de la Iglesia en las misiones por todas partes del planeta es enorme. La Iglesia, siguiendo el estilo de Jesús, su fundador, continúa su labor tratando de dar de comer, de auxiliar y dar las necesidades primarias para mejorar la vida de toda las personas. A través de "Ayuda a la Iglesia necesitada" se canaliza muchos programas que van dirigidos a eso, a compartir con aquellos que sufren dolor y ofrecerle alivio y mejoría.
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