domingo, 15 de agosto de 2021

LA RESPUESTA SORPRESIVA DE ISABEL

 

Desde hace un cierto tiempo, el hechos de la visitación ha alimentado mi fe al comprobar la existencia de un milagro asombroso que antes pasaba por mis ojos y mi corazón desapercibido. ¿Cómo se puede entender que María, aquella joven que había recibido la visita del ángel Gabriel, fuese anunciada que había sido elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, el Mesías prometido? ¿Y cómo María, después de recibir esa grandiosa noticia aceptó serenamente y humildemente asumir la Voluntad de Dios con obediencia, sumisión y humildad?

No se puede entender esto sino desde y por la acción del Espíritu de Dios. Pero, también he podido comprender, por la Gracia de Dios, que María puso en manos de Dios todo lo que humanamente de Él recibió. Es decir, toda su voluntad y talentos. Luego, lo demás lo hizo la Gracia de Dios. María, extraordinariamente, fue llena de la Gracia de Dios y su obediencia y humildad rendida al amor de Dios es sencillamente de una belleza incalculable, extraordinaria, sumamente hermosa. No cabe duda que por eso es la Madre de Dios.

Y cuando esa joven, llena de Gracia, llevando a Niño Dios encarnado en su vientre, llega a casa de su prima Isabel, ¿se puede entender como ésta la recibe y sabe que lleva en su vientre al su Señor? ¿De dónde saca esas sapientísimas palabras? Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Sin lugar a duda, María, la Madre de Dios, fue, por la Gracia de Dios, asunta al Cielo en cuerpo y alma. No podría ser de otra manera. La Madre de Dios tiene un lugar privilegiado junto a su Hijo.

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