Si
nos preguntamos que buscamos, sin lugar a duda todos coincidiríamos en señalar
la felicidad. Una felicidad plena y eterna. Pero, el error, ¡y muy grande!, es
buscarla en las cosas de este mundo. En él no se encuentra y perderemos esa
vida plena, que no eterna, porque viviremos eternamente. Lo penoso es que
viviremos sufriendo.
No
hemos nacido para vivir unos años y para no ser feliz. El regalo de nuestra
vida es para toda la eternidad y en plenitud de gozo y felicidad. ¡Ahora, abramos
los oídos y nuestro corazones, es un regalo, pero, un regalo por Amor
Misericordioso y que no merecemos. Un regalo para que, por la Gracia y
Misericordia Infinita de Dios, recibamos el perdón de nuestros pecados y,
siguiéndole e imitándole, vivamos en la Voluntad de su Palabra y de su Amor
Misericordioso.
Ese
es el desafío y el reto. Se nos pone como condición amar. No amar según mis
gustos y egoísmos, sino amar según nos ha enseñado Jesús, nuestro Señor e Hijo único
de Dios. Por tanto, todo lo que no sea eso, será un espejismo que terminará con
la muerte en este mundo. Y, luego, las consecuencias serán la Gloria o
condenación eterna.
«Realmente, vale mucho la
pena plantearse tal situación»,
pensó Pedro. Y acelerando el paso se dirigió al lugar de costumbre donde
esperaba encontrar a Manuel.
—¿Has
leído el Evangelio de hoy? —preguntó Pedro.
—Sí,
y se me ha puesto la piel de gallina. Realmente, nos jugamos mucho cada
instante. Reconozco que la Misericordia de Dios es Infinita, porque, no
merecemos nada, y, por su Amor Misericordioso nos da todo. Precisamente eso que
buscamos con tanto afán.
—Es
un misterio —dijo Pedro. No entiendo como el Amor de nuestro Padre Dios nos da
todo sin merecerlo.
—No
solo no lo entenderemos, —dijo Manuel— sino que nunca podremos entenderlo hasta
que estemos delante de Él y, entonces, solo llevaremos el amor que seremos
capaz de dar ahora.
La lección es muy aleccionadora. Gastar esta vida en dar verdadero amor es lo verdaderamente – valga la redundancia – lo que importa. Porque, dependiendo de la cantidad de amor que gastemos al estilo de nuestro Señor, así será nuestra gloria eterna.
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